¿Quién va a salvarme a mí de mi cabeza?

El preu de la llibertat

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Tic tac… tic tac… Tic tac… El reloj, como un metrónomo incansable al que el demonio le da cuerda, nos recuerda que el tiempo pasa. Y no hoy, ni mañana. Pero en algún momento te darás cuenta de que lo que antes valía, ya no sirve. Que tienes que buscar soluciones, salidas. Una renovación de tu mundo. La idea de buscar una transición de lo viejo a lo nuevo, nos lleva a ese periodo de tiempo en donde intentas reformar una situación que hasta ahora estabas viviendo para ir a algo diferente. ¿Algo mejor? Hasta que no estés en ese punto no lo sabrás. Aunque como sostiene un viejo amigo, lo nuevo, siempre es mejor.

Intentar cambiar te lleva a una reflexión, una importante. Y esta es: cambiar, ¿por qué? Cambiar, ¿por quién? Las respuestas son claras y si piensas otras, es que no lo estás enfocando bien. Cambiar ¿por qué? Porque el cambio es lo necesario, lo natural. Cambiar ¿por quién? Por mí. Por ti mismo. Solo entonces, podrás alejarte de los caminos que la sociedad te ha impuesto, de los pensamientos y razonamientos viciados. De la cultura de masas. De ser una oveja que simplemente sigue al rebaño y a su pastor. Y es que el verdadero viaje, empieza cuando te saltas los caminos y las sendas establecidas. Y solo entonces, podrás conectar con tu personalidad más profunda, con el núcleo, con tu verdad.

Tenemos que aprender a valorar el presente, lo concreto. Contra la idea de la eternidad, la belleza del instante. Contra el embriagador aroma del idealismo, la simple y también compleja realidad. Ojo, pero busca el punto intermedio. No te conviertas en esas personas que son intensas hasta tomándose un café con leche. Relájate y disfruta, que todo llega.

Por Borja Barberán. (@borja_eng)

La idea es, que no puedes diseñar tu vida como si fuera un edificio, porque es más compleja que eso. Por ello, disfruta del proceso. De los flechazos a primera risa, del sabor del agua en la dulce resaca… Escucha con los ojos cerrados pero el corazón abierto. Valora lo que tienes, para tener tiempos mejores que recordar cuando ya no queden islas para naufragar. Enfoca tu mirada, afronta tus problemas y no los dejes pasar, o siempre estarás incompleto. Porque huir fue tu costumbre cuando hay tormenta, pero olvida esa acción cobarde y saca el paraguas. Mójate, cágala, vive.

Discute con gente con dos bocas y una oreja, ves a la plaza aunque no sea a torear y conoce a las personas adecuadas en el momento inoportuno. Acaricia las palabras, juega con ellas, perdona rápido y agradece lento. Busca ese punto en el que coinciden lo increíble y lo verdadero y disfruta con tus amigos en ese cutre bar porque si es con ellos, vale más ese antro que toda Nueva York.

En definitiva, no hay mapas en la oscuridad. Cuando estás perdido… ¿Tienes un objetivo que te ayude a vislumbrar el camino? ¿Donde te ves dentro de 10 años? ¿Como cambiaría tu vida si te tocaran 100 millones de euros? El don extraordinario de la esperanza para “quedarse y aguantar” la tormenta sin paraguas por un objetivo, es algo que tienen en común El Gran Gatsby y Ted Mosby. Por el contrario, el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar. Estamos en febrero ya. El reloj sigue corriendo. Así que recuerda dos cosas: todo arde si le aplicas la chispa adecuada y, no se escuchan historias sobre tipos que se la juegan y fallan. Tic tac… Tic tac… Tic tac…

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