La calma tras las tempestades vasca y gallega: un nuevo ciclo político

El preu de la llibertat

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Después de las Elecciones Gallegas y las Elecciones Vascas han sido, como de costumbre, muchos y muy variopintos los análisis y lecturas políticas sobre las consecuencias que estos resultados traerán al tablero político español. Lo cierto es que certezas existen muy pocas a día de hoy. Ahora bien, hay una tendencia que parece apuntalarse: “el Podemos de hoy es la Izquierda Unida de ayer”, una frase que me dijo el concejal de Más Madrid en Móstoles Gabriel Ortega y que me parece muy acertada. Un proyecto transformador que consiguió ser primera y segunda fuerza en muchas CCAA y ahora vuelve a ocupar el espacio tradicional de Izquierda Unida y a abandonar paulatinamente los nuevos territorios que había conquistado.

No obstante, los malos resultados de Podemos no parecen contener el auge de los proyectos soberanistas, construidos desde abajo y desde adentro (es decir, desde los propios territorios) y con la voluntad firme de acabar con una España centralista y en blanco y negro. Porque, claro está, entre el proyecto original y la copia que acaba convirtiéndose en una sucursal de Madrid, la gente se queda con el original. Al fin y al cabo, como también me comentó Gabriel, “la energía ni de crea ni se destruye: se transforma”. Es por ello que fuerzas como el Bloque Nacionalista Galego, EH Bildu o Esquerra Republicana no dejan de mejorar sus resultados.

Como de costumbre, mi colega Amadeu Mezquida nos sorprendió con otro de sus análisis: una brillante lectura sobre las Vascas y Gallegas del 12 de julio. Para él, Podemos era una fuerza política significativa porque conseguía romper con la paradoja de la izquierda española, anquilosada en la imposibilidad de construir una España verdaderamente plurinacional, de Pueblos que se hablasen de tú a tú. Así, el partido morado ocupa actualmente un espacio que pretende “ofrecer una idea diferente de España (una idea desde la izquierda), pero no sabe cómo hacerlo”, frente a estos proyectos soberanistas arraigados a los territorios, que “saben y pueden ofrecer una idea diferente de España, pero no quieren hacerlo”.

Pese a que la articulación de futuras alianzas y de un nuevo bloque del cambio, la creación del grupo de la Izquierda Confederal en el Senado nos puede dar una pista sobre el horizonte de las fuerzas progresistas en España: Compromís, Més per Mallorca, Catalunya en Comú, Geroa Bai, la futura Adelante Andalucía (que todavía asoma la cabeza) y Más Madrid. Un mapa en el cual estas fuerzas articularan alianzas junto a una Esquerra Republicana que parece haber renunciado a la unilateralidad, un BNG mucho más joven y transversal que antaño (y que se prepara para asaltar la Presidencia de la Xunta en 2023 con Ana Pontón), un EH Bildu que se afianza como segunda fuerza en el País Vasco o, quién sabe, si con un PNV que sigue sintiéndose cómodo en el terreno de los pactos con las fuerzas progresistas

Aquel Podemos gramsciano que nació para superar la paradoja de la izquierda española acabó padeciendo los síntomas de lo que el propio Gramsci diagnosticó como una “momificación e imposición del espíritu de la rutina”, que vació el partido de talento y de estructuras en los territorios y donde los affaires internos se convirtieron en el pan de cada día. Sin dejar de lado que el papel que representará Podemos en el futuro será clave para la conformación de mayorías, pero conscientes de las limitaciones de la nueva estrategia de la formación morada, la nueva articulación de un nuevo espacio deberá ir más allá de ese Podemos que ha acabado abandonando las banderas de la nueva política.

Madrid: esa eterna paradoja

Muchos nacionalistas de las mal llamadas periferias no creen que haya posibilidad siquiera de diálogo con Madrid. A veces, incluso parece que se sienten especialmente cómodos en la marginalidad, diciendo “Estado español” para no decir España, gritando “traidor” a quien sale de la ortodoxia y tratando de huir con eslóganes y excusas de un contexto político fragmentado y complejo . Para quienes vivimos en la realidad (nos guste esta más o menos), no obstante, una de las cuestiones fundamentales es: ¿cómo articular una nueva España sin articular una nueva Comunidad de Madrid solidaria, progresista y que mire más allá de la M-30?

La conclusión, a día de hoy, parece más que obvia: es imposible. Por tanto, uno de los ingredientes necesarios  en el nuevo ciclo político es una fuerza madrileña que mire de igual a igual al resto de Pueblos y territorios. Muchos sentenciarían esta reflexión diciendo que España y Madrid son irreformables, que mejor si nos metemos en un proceso de independencia de 20 años. Yo no. El PSOE se siente cómodo subordinando a Podemos, porque es él quien lleva la batuta en todo momento, relegándolo al papel al que relegó a Izquierda Unida. Esta fuerza es Más Madrid, pero no el Más Madrid que conocemos.

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Es verdad que el proyecto de Más Madrid capitaneado por Carmena en la ciudad dio poder a representantes del Palco del Bernabéu como Luis Cueto, que dificultaron enormemente que se pudiera llevar a cabo un urbanismo alternativo y transformaciones de mayor calado. También es cierto que Errejón se equivocó en más de una ocasión y le pudo la ambición, y que no podía decir (como hizo) que lo de Cataluña le quedaba “muy lejos”. Imperdonable.

Más Madrid tiene por delante un largo proceso de transformación interna y externa. Interna, porque tiene que dar paso a nuevos liderazgos, ampliar sus cuadros, capilarizar en el territorio y construir un discurso progresista que sea capaz de conectar con los madrileños y al mismo tiempo con una idea de España atractiva para todos. Tras la salida de figuras como la de Cueto o Marta Higueras, es un buen momento para hacer examen de conciencia y expiar pecados. Externo, por la precipitación en la construcción de Más País. Por las prisas que han guiado al proyecto y por la mala imagen que se ha granjeado Errejón en más de un territorio. A su favor también diré que aquí el partido está trabajando en la dirección correcta, pese a que el camino no haya hecho más que empezar. Y, si lo que os he contado os suena a chino…os lo traduzco al castellano.

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