Ha muerto Luis Eduardo Aute y ahora todo es peor

El preu de la llibertat

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“Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba”

Ha muerto Luis Eduardo Aute en medio de este caos que nunca creímos que íbamos a vivir. En medio de este tiempo de desajuste, como relata Fernando Navarro en su obituario de El País en honor al artista. Un tiempo de días raros, monótonos y grises, inundados por cifras de muertos que no paran de subir, por hospitales saturados y por gente que tiene miedo ante esta situación de incertidumbre. Y lo tenemos, tenemos miedo porque en estos días no hay lugar para La Belleza a la que cantaba el maestro. No hay mapas en esta oscuridad. Y con mucho dolor hay que añadir, que ha muerto Luis Eduardo Aute y ahora, todo es peor.

A los 76 años nos ha dejado en un hospital de Madrid el referente y exponente máximo de la canción de autor de nuestro país. La inspiración de toda una generación de artistas que hoy, se muestran agradecidos y emocionados recordando al maestro por redes sociales. Pero no solamente fue cantautor “de las narices”. Aute fue músico, director de cine, actor, escultor, escritor, pintor y, por supuesto, poeta. Además de políglota, pues hablaba español, catalán, inglés, francés, italiano y tagalo (lengua de Filipinas). En palabras del propio Joaquín Sabina que podríamos suscribir, Aute era, en definitiva, un humanista.

Y es que el “canalla” era un amante del ser humano, de la estética y del arte en general. Apareció en los 70 como un faro de luz y de belleza que pronto se convirtió en la voz de toda una generación con su disco Albanta, en donde poetizaba con esperanza la situación convulsa de aquella España predemocrática dejando además, en ese disco, su himno Al alba, mostrando su gran compromiso social, político y ético que siempre le acompañó. Porque Aute era la “todicidad”, una conjunción de mente, alma y cuerpo que rozaba la excelencia, la belleza. Aute era el arte en su máximo esplendor y su obra, aunque a él le haya llegado la noche más larga, quedará para la eternidad. Porque no es que rozara la belleza, es que nos la regaló.

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Relata magistralmente Fernando Navarro, cuyo artículo insto a leer de nuevo, que uno de sus últimas actuaciones fue en Madrid en junio de 2016 en un concierto solidario. En la sala La Riviera, Aute se juntó con bandas y artistas jóvenes como Vetusta Morla, Los Enemigos, Depedro, Andrés Suárez o La Habitación Roja, entre otras. Él, llegó con su guitarra, con una extraordinaria sencillez y con una sonrisa a lo Saramago, suave pero firme. Se cuenta que entre bambalinas se respiraba un respeto omnipotente a su figura y todos los músicos le saludaron uno a uno emocionados.

Minutos después salió solo al escenario con su guitarra, frente a una sala abarrotada de jóvenes. Allí, quieto y sin grandes gestos e iluminado tan solo por un foco, habló con su temple característico mirando a los asistentes, contándoles de donde venía su canción Al alba, que dedicó a todas las víctimas del drama de los refugiados. El silencio y el respeto cortaba la respiración del ambiente nada más comenzar los primeros acordes. Hoy, podríamos oír Al Alba en estos días raros, monótonos y grises, con las víctimas del coronavirus en la mente que están muriendo solos y sin que sus seres queridos se puedan despedir en condiciones.

Ha muerto Luis Eduardo Aute y ahora, todo es peor. No va a haber manera de olvidarle, ni en cinco minutos, ni a las cuatro y diez, ni mañana al alba. Pero en estos tiempos de desajuste mundial, sirvámonos de él, de su vida, su obra y su ejemplo. Cojamos a Aute como referente artístico y filosófico y busquemos La Belleza siempre, pues esta se convertirá en nuestra esperanza sea cual sea la piedra en el camino. Porque incluso después de la tormenta y de la noche más larga, como esta cuarentena, sale el sol. Y nosotros, saldremos de esta más fuertes.

“– ¿Un hombre puede ser valiente cuando tiene miedo? – oyó que preguntaba su voz, tenue y lejana.
– Es el único momento en que puede ser valiente, Bran – le respondió la voz de su padre.” (George R.R. Martin)

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