Una vez escuché que el PNV era el “Chuck Norris de la política Estatal”: incluso gobernando en crisis, era capaz de lograr más escaños. Fue tras las elecciones de septiembre de 2016, en las que el PNV, con el Lehendakari Urkullu como candidato a la reelección, revalidaba el mandato que la sociedad vasca le había dado en 2012 para gobernar la Comunidad Autónoma Vasca por cuatro años. Evidentemente, éste y otros éxitos electorales no son fruto de una puntual campaña exitosa, ni de un personaje famoso elevado a categoría de candidato político, ni de ninguna casualidad… Son fruto de un modelo de gestión y de una relación de proximidad con la sociedad. Es frecuente escuchar a nuestros líderes hablar del “modelo PNV” como garantía de éxito y de saber hacer, y no es para menos: en el PNV acumulamos casi 125 años de experiencia política que, especialmente desde la reinstauración de la democracia, nos ha permitido gobernar en prácticamente todas las instituciones del País (especialmente en la CAV) y, en algunos casos, de forma ininterrumpida. Ejemplo de ello son el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral de Bizkaia e incluso el Gobierno vasco, que el PNV ha gobernado siempre salvo durante tres años en los que gobernó el PSOE porque la ley de Partidos impidió la concurrencia de la Izquierda Abertzale y alteró de forma artificial las mayorías en el Parlamento Vasco. Esta hegemonía no se habría prolongado en el tiempo si la gestión fuese ineficaz y si la gente no estuviese satisfecha, pero, ¿cuáles son las claves del “modelo PNV”? ¿Qué provoca semejante éxito elección tras elección?
En primer lugar, deberíamos hablar del PNV más como un movimiento social que como un partido político. El PNV es de las personas, de vascos y vascas normales y corrientes, y nosotras formamos también parte de la sociedad vasca. Así ha sido desde nuestros inicios: fuimos creados por y para la sociedad vasca. En estos tiempos donde nuevas formaciones políticas alardean de ser asamblearias, EAJ-PNV acumula 124 años con una estructura horizontal y que internamente está creada a semejanza de la estructura institucional del país. Podríamos presumir y alardear de ello, pero no concebimos la política de otra manera: lo entendemos así y lo hacemos así, porque en el PNV somos más de hacer que de decir. El poder en el partido surge de abajo arriba, desde las populares Organizaciones Municipales, llamadas Batzokis (raro es el municipio vasco que carezca de uno, en especial en la CAV), hasta las Organizaciones Territoriales y Nacionales, todas ellas con sus ejecutivas, sus asambleas y sus órganos internos que velan por el cumplimiento estatutario. Otra de las principales singularidades que tenemos en el partido es la clara e impermeable diferenciación de los ámbitos de poder y de los ámbitos de decisión, la popularmente llamada “bicefalia”. Ejemplo de ello sería que jamás en la historia del Partido hemos tenido a nadie que sea Lehendakari y Presidente del Partido al mismo tiempo. Esto ocurre a todos los niveles, incluso el municipal: el alcalde ni es ni puede ser jamás el máximo responsable del partido en el municipio. Este mecanismo, además de dotarnos de una mayor capacidad de autocrítica (quien decide no gestiona y, por tanto, puede valorar la gestión desde la distancia), permite mayor reflexión y habilita contrapesos internos haciendo posible que, tras tantos años de gobierno en tantas instituciones, apenas nos hayan salpicado casos de corrupción. Cuando estos han surgido, los ámbitos de decisión han actuado de modo instantáneo e intachable, retirando al responsable de su función y suspendiéndole de militancia, siempre desde el respeto a la presunción de inocencia.
Este modelo organizativo y esta estructura interna son claves para que, de la mano de un proyecto basado en construir país día a día, hayamos estado permanentemente en escucha activa de las necesidades de la gente; hayamos participado en los momentos decisivos de cambios sociales; hayamos ofrecido una seguridad, una alternativa y, sobre todo, una solución para responder con éxito a las necesidades de nuestros vecinos y vecinas. Ha sido este modelo organizativo el que ha permitido al PNV estar siempre en el lugar correcto y tomando la decisión correcta a lo largo de la historia: en 1923, en contra de la dictadura de Primo de Rivera; en 1931, a favor del sufragio femenino y del Estatuto Vasco; en 1936 en favor de la democracia y la República; en 1978, pidiendo la abstención en el referéndum sobre la Constitución Española; impulsando y aprobando el Estatuto de Gernika en 1979… y acertamos en nuestra clara, inequívoca e incuestionable oposición a la barbarie de ETA. Contra el falaz sambenito de “condescendencia y equidistancia” que algunos pretenden colgarnos, la historia dice que fue el PNV la primera organización que convocó una manifestación contra ETA. Según otro mito, el PNV jamás ha sufrido en sus carnes la acción de ETA. Falso. Han sido varios los militantes jeltzales asesinados por la banda terrorista. Ugao-Miraballes, pueblo tristemente de actualidad por la manifestación en favor de Josu Ternera y por la indigna, oportunista y electoralista visita de Albert Rivera, ha conocido un único muerto a manos de ETA. Fue Iñaki Ibargutxi, militante del PNV. En su supuesto homenaje a las víctimas de la barbarie, Rivera no tuvo la decencia de nombrarlo.
También acertó el PNV participando en la reconversión industrial de los 80, creando en 1989 la pionera Renta de Ingresos Mínimos (la actual Renta de Garantía de Ingresos, piedra angular de un sistema de protección social único en el Estado español y en los mejores estándares europeos), apostando por la renovación de Bilbao en los 90 con el Museo Guggenheim como referente, apoyando el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005, la Ley del Aborto en 2010… Y siempre, siempre, en el lado de los derechos humanos y del humanismo, con la nación vasca por bandera y con tres objetivos marcados: el desarrollo humano sostenible, el desarrollo del autogobierno vasco y la construcción de la Europa federal de los Pueblos.
La cuestión nacional vasca y la cuestión social son las dos principales cuestiones sobre los que se asienta la acción de nuestro partido. Desde el PNV no entendemos la patria vasca tan solo como concepto territorial, sino como un conjunto de personas que vive en un país y cuya voluntad es formar parte de esa comunidad. Es por ello que no entendemos el autogobierno solamente como capacidad de poder sobre un territorio, sino como una herramienta útil para asistir mejor y desde la cercanía a la gente. Somos una nación, y como tal nos asiste el derecho a gobernarnos a nosotros mismos para lograr el bienestar de toda la gente que habita en nuestro territorio. No entendemos la construcción nacional sin la construcción social, ni tampoco entendemos el crecimiento económico sin la distribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades.
Tampoco podemos entender una Euskadi sin Europa. Como decía, Euskadi es una nación europea, y queremos que se nos reconozcan los mismos derechos políticos que a nuestras naciones vecinas. Desde el PNV abogamos por la construcción de una Europa como una federación de Pueblos que, unidos, abordamos mejor los problemas comunes, siempre desde el respeto mutuo. Unidos en la diversidad es un lema que nos identifica plenamente.
De hecho, antes de que ningún partido español estuviese en la creación de Europa, allí estuvimos los vascos, reclamando los derechos que como nación europea nos asisten. Estuvimos en la Paz de Versalles en 1918, donde el presidente norteamericano Wilson proclamó el derecho de autodeterminación de los pueblos europeos tras el final de la Primera Guerra Mundial. En 1933 celebrábamos nuestro segundo Aberri Eguna en Donostia bajo el lema “Euzkadi-Europa”. En 1947 tuvimos representación en los Nuevos Equipos Internacionales, embrión del Movimiento Europeo y germen de la Comunidad Europea construida por los Schuman, Monet, De Gasperi o Adenauer, políticos europeístas con los que nuestro Lehendakari, José Antonio Agirre, se codeaba en su exilio, mientras España vivía de espaldas a Europa, encerrada en la autarquía de su dictadura franquista. Toda esta trayectoria europeísta es la que hoy en día lleva a sus espaldas la europarlamentaria Izaskun Bilbao Barandica.
Todo este modelo estructural, de principios y de objetivos ideológicos está acompañado, además, de un saber hacer. Un saber hacer en el que no caben las promesas maximalistas e incumplibles que, a la postre, si son incumplidas generan desafección por la política. Sino que se basa en promesas realizables con acciones y gestión diaria, haciendo de Euskadi un país con gente más libre en un país cada vez más libre. Este modo de hacer se podría resumir en las palabras de un histórico dirigente de nuestro partido, Juan de Ajuriaguerra, quien decía que “uno tiene que ser firme y radical en sus principios, en sus creencias; pero inteligentemente flexible en los métodos y en los ritmos para hacerlos realidad.” Es esta flexibilidad la que nos ha llevado a recibir etiquetas de unos y de otros tanto en el plano de la cuestión nacional (desde “etarras” a “españolistas”, pasando por “autonomistas”) como en el de la cuestión social (desde “comunistas” hasta a “los amigos de la patronal”). Pero todas estas etiquetas son las que demuestran que nuestra capacidad de entendimiento, el pactismo y la capacidad de diálogo hacen que estemos en el centro del tablero político. Tal y como comentaba Juan José Álvarez, catedrático de Derecho Internacional Privado de la UPV/EHU en una entrevista al diario ‘Deia’ del pasado 30 de diciembre, “el PNV logra el equilibrio entre una ideología no maximalista y unos principios irrenunciables”, para añadir que “el PNV está generando una visión de un nacionalismo muy diferente del estrictamente emocional e identitario (…). En la sociedad hay una identificación del PNV con una manera de hacer política responsable, profesional, que busca acuerdos y con una actitud éticamente irreprochable respecto a la violencia.”
Decía Xabier Arzalluz que “la historia se puede conocer, pero también se puede hacer. Eso es la política en definitiva”. Y es a lo que se lleva dedicando el PNV desde su fundación: a hacer historia de nuestro país día a día. No hay más que ver el progreso que ha provocado la gestión del PNV a lo largo de estos últimos 40 años en el País a nivel de conocimiento y uso del euskera tras años de represión y prohibición, el progreso económico, de igualdad, de autogobierno, de consecución de derechos y de bienestar… es decir, “modelo PNV” como sinónimo de PROGRESO con mayúsculas. Si alguien conoce en el Estado un modelo más progresista, efectivo y útil que el del PNV, que lo demuestre: pero con hechos, no con palabras.