El guerrero pacífico: el futuro de una ilusión

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Marzo es un mes curioso, peligroso. Pero para mucha gente, entre los que me incluyo, es de los mejores meses del año, por no decir el mejor. Ya se ve la primavera y el final del túnel. Nos encaminamos a la recta final, esos últimos 100 metros. Los más duros, los más emocionantes.  Además comienza el buen tiempo, el tiempo de Fallas. Y es que aquí lo podemos decir. Estem en la millor ciutat del món, i anem a viure la millor setmana del any. Per que…, i sempre sonarà mes bonic a la nostra llengua: Ja estem en Falles! 

No voy a hablar de ninots i personatges, porque batiría un récord de extensión en el artículo. Voy a hablar de una película, El Guerrero Pacífico. Siendo sincero, diré que es una película entretenida. Y entretener, significa entre dos teneres. Matar el tiempo cuando no tienes nada que hacer. Atrás quedaron los didácticos entremeses de Cervantes, que separaban y espaciaban los entre actos de las obras clásicas. Lo que antes era pan y circo se ha convertido en otra cosa. Y parafraseando al ilustre Sr.Simpson podemos decir que: sin tele y sin cerveza, la humanidad pierde la cabeza. Quedará feo que después de la chapa que he soltado, recomiende la película. Pero lo voy a hacer. Porque siempre he pensado que en las peores y más inesperadas cosas, están las reflexiones más interesantes. 

Dan Millman es un joven gimnasta obsesionado con ganar el oro en los juegos olímpicos. Este, sufrirá un revés en su objetivo y conocerá a “Sócrates”, un viejo gerente nocturno de una estación de servicio, y que a modo de maestro, ayudará a Dan a ver la vida con otros ojos. Muy inspirada en la filosofía budista y oriental, la reflexión de la película es muy interesante. En los siguientes párrafos, intentaré resumir las ideas de la película enlazando varias frases de “Sócrates”. Me limitaré a exponer y sintetizar las ideas, vuestras serán, como siempre, las reflexiones y el sentido que le queráis dar.

La idea principal, es que el conocimiento no equivale a sabiduría. Los conocimientos son meras teorías, datos, informaciones. La sabiduría consiste en hacer realidad los pensamientos, por medio de la experiencia. El sabio no es el que sabe mucho, sino el que ha hecho mucho. El que ha actuado, el que ha ganado, pero también ha fallado. El que ha vivido. Y es de ahí, de los fallos, de donde se adquiere más experiencia para poder actuar mejor en un futuro. 

Es natural que cuando no consigamos lo que queremos, suframos. Y a veces, aunque lo consigamos, seguimos sufriendo, porque sabemos que no lo podremos mantener por siempre. Pero no hay que rendirse ante los sueños. Solo hay que rendirse ante lo que no tienes y nunca tendrás, el control. Acepta que no controlas todo lo que te sucede. Y que pase lo que pase, siempre serás excepcional. Único. Porque un guerrero no se rinde ante lo que le apasiona, encuentra el amor ante lo que hace. Ser un buen guerrero no es ser perfecto, o salir siempre victorioso. El guerrero es frágil, vulnerable. Ese es su coraje. Un guerrero actúa, el tonto sobreactúa. Y no hay que empezar ni parar, simplemente hacerlo. 

Y para conseguirlo, hay que controlar nuestra mente. Esta, es un órgano reflejo, reacciona ante todo. Llena tu cabeza de millones de pensamientos aleatorios al día y ninguno de esos pensamientos dice más de ti que una peca en la nariz. Para desarrollar la sabiduría y poder defenderse en el momento y lugar adecuados hay que entrenar, y sacar la basura de la mente, todo aquello que no necesitas. Hay que vaciar la mente. La basura es todo lo que te distraiga de lo que verdaderamente importa, este momento. Aquí y ahora. Porque cada momento es único, perfecto. No hay instantes vacíos. 

Y solo así, teniendo la mente vacía y enfocada en el presente, podremos disfrutar del camino. De cada paso. De cada experiencia. Aprenderemos a valorar la importancia de ganar sin pretenderlo ni esperarlo, y aprender a perder en un arrebato de sinceridad. De que lo coyuntural a veces supera a lo estructural, pues tenemos que aceptar que no tenemos el control. Y así, viviremos el presente, enfocando nuestra mirada. Porque puede, que no llegues a donde te propones. O puede que cuando llegues, no sea lo que te esperabas. Pero todo lo que has pasado hasta llegar ahí, es lo verdaderamente importante. Porque es el viaje el que aporta la felicidad, no el destino.