La Navidad es, sin duda, mi pecado favorito

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Ya estamos en enero. El mes de ponerse, y de reponerse. El mes del frío y de la larga y oscura noche. El mes de los cuarteles de invierno. Porque cuando se apagan las luces de la Navidad enero siempre viene a recordarnos sin titubear, que la pausa ha acabado. Y el paréntesis ha estado bien, siempre lo está. Tengo que confesar que la Navidad, es sin duda mi pecado favorito. Porque vamos a ver, es una época en donde te reencuentras con tus seres queridos, donde comes y bebes más que los peces en el río y en donde te regalan cosas por el cumpleaños de un tal Jesús. Con estas premisas, ojalá Navidad fuera dos veces al año (como mínimo), ¿no? Pero ojo, porque hay un girito. Siempre hay un girito. Porque la vida es así. Una de arena, y dos de cal.

Después de los propósitos y despropósitos de Año Nuevo, enero viene transformado en forma de cuesta. Sin duda la cuesta que más cuesta. Porque acaban las vacaciones y te toca volver a currar con algún kilo de más y con todas las facturas subiendo sin parar. En resumen: TODO MAL. ¿Y los estudiantes? Bueno, a primeros de mes nos reencontramos con un viejo conocido. El famoso toro. Ese que le pilla a todo el mundo, o eso dice Twitter. Y al final, uno se pone a pensar y llega a la conclusión de que igual no es el toro el que nos pilla. A lo mejor, es que somos nosotros los animales y es enero el que nos torea. Y joder, qué crueldad. NO a la tauromaquia.

En fin, yo venía a hablar de los recuerdos, de las experiencias. Y… ¿por qué? Quizás porque esta es mi décima colaboración con la Revista Mirall. La décima. Y el otro día reflexionando sobre esto, me di cuenta de que la primera pieza que hice fue el 11 de abril de 2018. Hace 9 meses. Y permitidme la indiscreción pero… ¿Dónde estabais entonces? Pensad en ello. Pensad en toda la gente que habéis conocido y todas las conversaciones interesantes. Pensad en ese viaje fantástico o en ese libro que os ha cambiado la vida. En esas canciones y grupos que habéis descubierto y en todas las anécdotas que habéis vivido con los vuestros. Quizás habéis cambiado de gustos, de personalidad, de novio. No sé, quizás ahora votéis a Vox. ¿Cuantas cosas os han pasado a lo largo de estos meses? ¿Hubierais imaginado el 11 de abril de 2018 estar hoy donde y como estáis?

Han pasado 274 días desde mi primera publicación y seguro que a ti, que estás leyendo esto, te han pasado cientos de grandes historias que contar y que con una buena narración bien podrían recopilarse en un libro. El libro de tu vida. Porque al final somos eso, complejas historias que contar. Experiencias que nos definen. Y cada día, estas añaden pequeñas piezas que forman un gran puzzle. Algunas de estas piezas son las más grandes, las más importantes. Y es porque nos calan más hondo. Hasta los huesos. Otras, son asuntos pendientes, piezas que no vislumbramos donde encajan. Quizás en un futuro. Porque a veces para completar correctamente un puzzle, nos tenemos que alejar para poder ver la solución.

No sabemos lo que nos deparará 2019. Los propósitos de Año Nuevo seguramente quedarán en despropósitos, en papel mojado. Lo que sí sabemos es que creceremos y maduraremos, seguramente teniendo lo prohibido como forma de vida. Buscando lo que queremos, averiguando a nuestra manera. Porque las cosas cambian. Quizás bebamos en otros bares y brindemos con otra gente. Quizás los de hoy no serán los de mañana. Quizás gane Vox las elecciones. Yo que sé… La vida es como una caja de bombones y tal y como está el patio, este año nos puede pasar cualquier cosa. En 2019, seguiremos pues completando el puzzle. Llenándolo de experiencias. Y ojalá, que en el final de los días, podamos sentarnos a la orilla de la chimenea a leerles a nuestros hipotéticos nietos el libro de nuestra vida. Que este sea interesante o no, solo depende de ti.