“Disimular, según la RAE, es ocultar o encubrir con astucia aquello que se piensa o se siente. Y es que yo creo que se debiera de considerar un arte, hacer como que no nos importa lo que de veras nos importa demasiado. Se debería de considerar un jodido arte, hacer como que no nos importa lo que de veras nos importa demasiado” Sin disimular, Alejandra Martínez de Miguel.
Aunque posiblemente no tanto como al doctor Cooper, siempre me han gustado los trenes. Y no solo el medio de transporte, sino la estación en sí. Innegable que la estación, está envuelta en cierto halo de nostalgia, de romanticismo. Lo vemos innumerables veces en películas, con emotivas escenas de despedidas en la estación. Ya sea la del aeropuerto, la del autobús, la del tren… El final de algo, el momento del adiós, parece que queda de fábula en este ambiente. Y es que los “adioses” que no maquillan un hasta luego, los de las películas, nos encantan. Al menos hasta que nos ocurren a nosotros. Porque… ¿Quién no tiene el valor para marcharse? ¿Quién prefiere quedarse y aguantar?
Turnedo, la canción de Ivan Ferreiro, es perfecta para explicar el tema del articulo de hoy. De hecho, el título (parte de la letra) y el tema de este “artículo”, no se me hubieran ocurrido de no haber reeescuchado recientemente este temazo en bucle. Es lo que tiene que se acabe Septiembre (que alguien despierte a Billie Joe Armstrong, cantante de Green Day), que llega Octubre y con él, la larga y oscura noche preinvernal. Comienza la contrarreloj hasta fin de año, el tiempo de ponerse las pilas, de reorganizar y reestructurar nuestras vidas. Siempre a destiempo, malviviendo. Pero ya sin sorpresas. Ensayo y error como late motiv de nuestra existencia.
Reevisionar Trainspotting recientemente también me ha hecho ver que estamos hoy, más que nunca, inmersos en la “mcdonalización” del mundo. Metidos en la inmediatez, en las prisas. Hemos crecido acostumbrados a no saber esperar. A apreciar lo artificial por encima de lo natural. Estamos ahogados por el exceso de individualismo, por la comercialización de todo lo visible y lo invisible. Hay gente que nace con el teléfono, que cocina con el teléfono, que se acuesta con el teléfono. Aprended a dejadlo, ¡por dios!, como Aitana. Y no para no llamarte, como ella, sino para revivir. Para reeleer, para reevisionar, para reeconocer (volver a conocer) a las personas. Se está perdiendo la humanidad, la naturalidad.Se está desvaneciendo la primavera. Y nos estamos convirtiendo en seres cada vez más bellos por fuera, cada vez más muertos por dentro.
Por desgracia, la comercialización de todo lo visible y lo invisible ha llegado hasta el amor. Pues como dice en Poemas de Amor Alejandra Martínez de Miguel: “Besarte no es pisar tierra firme después de un naufragio, no es ganar una guerra que creía perdida. Besarte es, hacer el amor contigo sucede. Poner de mas no es amor, no es poesía y no es nada. Poner de más es capitalismo poético, consumo fácil, producto repetido”. Y así vamos, cada vez más bellos por fuera, cada vez más muertos por dentro. Adornando las palabras, idealizando los sentimientos. Y es que lo idealizado, no genera empatía. Porque el amor, no es lo que has visto en el cine.
Y puede que por todo esto, nadie tenga el valor para quedarse y aguantar. Por eso, hoy en día la gente actúa, interpreta, disimula. Y se debería de considerar un jodido arte, hacer como que no nos importa lo que de veras nos importa demasiado. Porque nos han hecho creer que el amor, ya no mola, que el amor, ya no está de moda. Y así, ¿quién no tiene el valor para marcharse?, ¿quién prefiere quedarse y aguantar?”. Los locos, podríamos responder. Pero aquí seguiremos, aguantando. Esperando que los cuerdos se den cuenta que los locos son otros, que los locos son ellos.