Donde las palabras fallan, la música habla

El preu de la llibertat

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El otro día, y bendito día, me encontré con un vídeo en YouTube titulado ¿Por qué nos gusta la música? En él, Martí del canal CdeCiencia colabora con Jaime Altozano, el creador de contenido más interesante hoy en día en la plataforma de entretenimiento, bajo mi humilde opinión. Como él mismo define, su canal es “Todo sobre música. Cómo funciona, por qué es como es. Tu canal para entender lo que oyes.” Y es que, no hay lenguaje más universal y necesario en nuestro día a día. La música es inherente al ser humano y, sin ella, como decía uno de los maestros de la sospecha, la vida sería un error.

Asumiendo una esperanza de vida de 80 años, una persona pasará 13 de ellos, escuchando música. Una auténtica barbaridad, y a la vez, un tiempo que empleamos en algo que, a priori, no nos proporciona ninguna ventaja evolutiva. La música no es “necesaria” para vivir, como comer o dormir, por ejemplo. Se trata de un simple pasatiempo, mero entretenimiento. ¿O no?

La hormona de la felicidad, también llamada dopamina, se libera en nuestro organismo con ciertas actividades, como pueden ser comer, el sexo y… efectivamente, cuando escuchamos nuestra música favorita. Por ello, cuando nos enamoramos nos sentimos excitados, llenos de energía y nuestra percepción de la vida es magnífica. Porque estamos “drogados”, aunque bajo los efectos de la sustancia más adictiva y maravillosa que existe, la felicidad.Y es que hay dos formas de refugiarse de las miserias de la vida. Una son los gatos, y la otra, la música.

Compañera de nuestros mejores y peores momentos. De las risas con nuestros amigos, y de los llantos despavoridos en las horas más bajas. Porque todo lo que que hacemos, lo hacemos con música. Aunque no lo sepamos, ella está ahí. Nuestra vida, es una canción en constante composición. Pues la música expresa lo que no puede ser dicho, y aquello sobre lo que es imposible permanecer en silencio. Es la taquigrafía de la emoción, la forma más rápida y pura de conectar con nuestro yo más interior, con nuestros sentimientos más profundos. Pues, ¿quién no se ha puesto a escuchar música melancólica y “triste” cuando todo se desmorona, cuando tu novio te ha dejado o simplemente no estás en tu mejor momento?

Es en ese preciso instante cuando, sin quererlo, la letra de la canción se te clava irremediablemente como un punzón en el corazón. Cuando parece que el cantante te hable directamente a ti, como si describiera tu situación actual. Como si realizara una radiografía de tu alma, que se resquebraja en cada verso y crea un sentimiento tan fuerte, que invade todos los poros de tu piel. La música, ese ruido organizado, es la más bella de las artes, y el más sincero de los lenguajes. Porque como decía Hans Christian Andersen, donde las palabras fallan, la música habla.