¿Ideas que han venido a quedarse?

Primero me gustaría manifestar que este pequeño texto ha sido escrito desde el respeto y con la voluntad de intentar comprender algunas situaciones que considero, todas vivimos actualmente y que personalmente, me cuesta comprender o bien por falta de confianza o por percibir falta de coherencia.

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El pensamiento de izquierdas esta de moda y aunque su boga pueda parecer una verdadera democratización y aprendizaje positivo para vivir en colectivo desde la empatía, el rechazo a los nacionalismos-Estados y los derechos sociales como fuente principal de una verdadera sociedad del bienestar, popularizar sus argumentos de forma tan banal desactiva su verdadero discurso, donde ciertos valores implícitos no tienen nada que ver con la educación o el aprendizaje ciudadan@. Trataré de explicarme porque el tema me tiene tan consternado que no sé muy bien qué pensar…

Hace días que veo por televisión anuncios que apelan a los derechos de mujeres, a derechos LGTBIQ, a derechos de inmigrantes o a derechos de las llamadas “minorías” donde empresas proyectan la imagen de que cada vez están más comprometidos con lo que nos rodea, más unidos en los momentos decisivos y que entre tod@s, con nuestras decisiones, construimos el lugar donde queremos vivir.

No hace falta decir que muchas empresas proyectan dicha imagen para aumentar sus ventas demostrando la fuerza popular que adquiere el pensamiento de izquierdas más “radical”… cualquier persona observadora es capaz de verlo. Ver esta clase de discursos en la TV no sólo demuestra que dichos valores peligran, sino que debería ser una alarma de que algo no va bien cuando la información llega a un grueso de personas que no perciben que utilizar argumentos de gran valor simbólico para vender coches o utensilios íntimos para mujeres (entre centenares de productos), demuestra una falta respeto impresionante que evidencia de qué manera el capitalismo salvaje absorbe bases que desactiva, convirtiéndolos en “gestos” que producen en el/la comprador/a la pequeña satisfacción de estar “colaborando” con un escenario revolucionario que poco a poco pierde terreno.

De la misma manera que colaborar económicamente con una ONG salvaguarda a much@s de un sentimiento de culpabilidad ante las imágenes de gente muriendo o comprar una camiseta en Bershka bajo el lema “Everybody should be feminist” parece que te convierte en una feminista revolucionaria, modificar discursos o argumentos que apelan a los derechos únicamente desde el léxico, no sólo señala que dichos argumentos no han sido pensados, sino que siendo únicamente expresados poéticamente no sirven de nada si no han sido meditados desde la crítica, y aunque en apariencia puedan parecer “revolucionarios”, no son más que repeticiones nemotécnicas en un escenario presente. Existen centenares de ejemplos que seguro habréis vivido desde hace unos años con personas que, teniendo un discurso completamente antagónico y autoritario al actual, su discurso presente se ha modificado totalmente desde el mismo autoritarismo. Desde mi experiencia, he vivido algunas situaciones que describen el hecho, como por ejemplo ser etiquetado de “radical” en afirmar que la monarquía debe abolirse bajo el argumento que el rey es un buen representante y tener que cerrar la boca voluntariamente ante tal absurdidad, que l@s artistas somos unos vividor@s, que el turismo por mucho que nos pese, es lo que nos hace “vivir económicamente”, que defendiendo la apertura de fronteras se escuche un clásico “no hay trabajo para tod@s” o un “vienen a robar”, que el “feminismo” es lo mismo que el machismo pero al revés, que el comunismo lo único que hace es empobrecer a la ciudadanía o que desenterrar los asesinados de la dictadura para hacer justicia y visibilizar una historia cubierta bajo un tupido velo es, literalmente “remover una historia que gasta dinero público, que esas cosas deben olvidarse y que personas como yo (perroflauta), hacen que un país no avance”. Esta claro que bajo estas afirmaciones se encuentra una arrogancia creada, entre otros motivos, por sentirse amenazad@s por otras ideas que no sean las “regulares”. No obstante y dejando de lado a esas personas que hablan por hablar sin saber de que hablan o sin ni siquiera tener el interés o humilidad de preguntar “¿qué es el feminismo?, actualmente, algunas de dichas personas que defendían a capa y espada argumentos propios de la derecha más conservadora, no sólo han modificado su discurso, sino que aparentemente se han transformado en las personas más revolucionarias y radicales, y es entonces cuando me pregunto ¿qué ha pasado? ¿por qué hace unos pocos años dichos valores eran tachados de “radicales” y actualmente parecen haberse convertido en dogma social? ¿Hemos aprendido a pensar en común o por el contrario es algo pasajero que apela a lo políticamente correcto?.

Me gustaría pensar que actuales abanderados de estos argumentos que apelan a los derechos ciudadan@s, han modificado su forma de percibir la realidad, que han repensado su discurso y que al fin, han usado el sentido común (y cuando digo común me refiero al colectivo) antes de hablar, pero mucho me temo que no, aunque tampoco lo veo claro y de ahí este texto, para abrir un diálogo con el objetivo de esclarecer el hecho que da, mínimo, para unas cuantas tesis… Hablar de abolir la monarquía y defenderla bajo el argumento de la adecuada representación sólo hace unos años (y no hablo de hace 10, sino de hace unos 6), demuestra una falta de pensamiento crítico que nada tiene que ver con la edad, la época o la experiencia, sino con aquello que “hemos de decir” y “cómo hemos de decirlo” basándonos en que la tendencia social que juega un papel clave en este entramado de posiciones que no han sido maduradas humildemente, sino repetidas y mucho me temo, por aquello que consideramos “políticamente correcto”.

No obstante el hecho no es nuevo… Podemos hablar de centenares de casos donde personas viajan a países “desfavorecidos” para hacerse una foto con un “negrito con hambre”, pero en este caso hablo de personas a pie de calle y cercanas que también viajan a países para hacerse una fotografía con “ese negrito, pobrecito, que pasa hambre” o que llevan una camiseta del Che que proyecta una hipotética ansia de revolución, convirtiendo el ejemplo de vida de alguien en una disfraz normalizado que desactiva el mensaje. ¿Significa que cuando ya no esté de moda esta apariencia de izquierda, esa camiseta se convertirá en un souvenir que rememorará románticamente, otra vez, esas manifestaciones que pretendían cambiar el mundo inútilmente en forma de pro-derechos civiles? ¿Debemos confiar en esas personas que han modificado sus argumentos con aparente solidez? ¿Han convertido la izquierda en una tendencia mercadoténcnica que desactiva la verdadera cuestión o por el contrario dichos argumentos han sido asumidos desde la crítica colectiva?

Personalmente continúo con mi “absurda” fe en la humanidad pero es fácil que se disipe ante la idea de “no hemos aprendido NADA de NADA” y es que el aspecto es, nuevamente, lo único que importa… Cada vez se pone más difícil mantener la esperanza y demasiadas veces veo a alguien que feliz, cree haber salvado el mundo por comprar fruta o verdura en un mercado de proximidad…

Quiero aclarar que no pretendo afirmar que no sea un derecho cambiar de opinión, tod@s modificamos nuestra percepción sobre hechos y considero que transformar pensamientos desde la voluntad del aprendizaje, el diálogo, la información y la autocrítica, es la base de la verdadera educación. Sin embargo me pregunto si el “aprendizaje” social se efectúa de forma adecuada y desde la evolución social de la crítica o por el contrario vivimos una segunda época dorada donde una revolución arrogante aparece como una niebla que se disipa rápidamente con argumentos que, tengan la perspectiva que tengan, apelan a aquello que hemos de decir o hacer.

También me gustaría aclarar que este pequeño y modesto texto, no intenta señalar personas “auténticas” y “no auténticas”, de hecho el término me parece bastante cuestionable por no decir absurdo…¿qué significa ser “auténtic@”?… más bien me gustaría reflexionar sobre nuestra forma de pensar, hacer(nos) pensar, sobre la asimilación de la crítica de Estado eliminando etiquetas absurdas como “radical” o si hemos perdido la batalla social en un marco Neoliberal que todo lo desactiva y convierte en un disfraz.

Es evidente que ante las crisis económicas los radicalismos sociales (los verdaderos radicalismos) reaparecen por la falta de seguridad ciudadana. Sin ir más lejos el racismo, que tiene que ver con el clasismo que condena a un futuro de inseguridades y que crea desesperanza a una clase que lucha por los remanentes de aquell@s que crean dicho clasismo, se basa en el miedo de no poder (sobre)vivir. El racismo no tiene que ver con la falta de tolerancia sino a tener miedo a nuestra propia seguridad por no tener oportunidades. De ahí que l@s votantes de partidos tradicionales se vean más identificados con el empresario banco que con el trabajador inmigrante… el primero es a lo que queremos llegar, el segundo lo que no queremos ser, resultando una polarización social con la que se apoya el establishment como ejemplo de “sociedad del bienestar” sin pensar en cómo se ha realizado dicho “bienestar”, si es que lo es. De hecho, situaciones racistas las vivimos día a día y ante nuestra mirada es nuestro deber como ciudadan@s, denunciarlas públicamente, siempre desde el respeto de hacer pensar a ese/esa/esos/esas que “los enemigos” no son inmigrantes, sino que ellos al igual que el/la/los/las racistas, son víctimas de la misma forma. Explico esto porque con el fenómeno del racismo se muestra de forma clara, una serie de buenas intenciones que quedan en saco rato y que tienen apariencia de lo que llamamos izquierda. De hecho es como cuando en mi escuela de primaria recolectavamos dinero para Mans Unides y nos daban dibujos para colorear donde se presentaba a unos supuestos niños “negritos” sentados, con labios grandes, taparrabos y acariciando a un león mientras un niño blanco, de pie, les daba amablemente comida.

La cuestión es: ¿estamos cambiando conductas de reflexión comunes donde asistimos verdaderamente a un cambio de hábitos de la sociedad o por el contrario asistimos a una escena de aparente cambio que tiene que ver con eso que hemos de decir o hacer y donde la imagen principal es la de Kim Kardashian solicitando a Trump el indulto de una mujer condenada a cadena perpetua?