La galería regentada por Mary Boone en el SoHo neoyorquino, fundada en 1977, pronto se consolidó como uno de los espacios artísticos hegemónicos durante el proceso de reconversión espacial y económica del barrio. A principios de la década de los ochenta, la icónica galería se había trasladado a un antiguo garaje de camiones reformado, y representaba a artistas estelares como David Salle o Jean-Michel Basquiat, encarnando un nuevo paradigma expositivo que acaso podríamos llamar industrial-chic, más tarde recogido por grandes buques insignia como la Tate londinense o el parisino Palais de Tokyo.
También a principios de los ochenta, un grupo de artistas afincados en Madrid decidió abrir una sucursal, tan heterodoxa como irónica, de la galería neoyorquina. La llamaron “Mari Boom”, quizás para señalar cómo en la España felipista las ansias de modernización se juntaban con la torpeza internacional –el hambre, las ganas de comer–, tal y como se evidenciaba en las pésimas políticas culturales del gobierno. Pero, sobre todo, la llamaron “Mari Boom” porque ese matiz castizo se solapaba perfectamente con el rollo under ibérico que el grupo reclamaba para sí. Ellos eran Manolo Dimas, César Fernández Arias, José Maldonado y Juan Ugalde, y eran encabezados por Patricia Gadea (1960-2006), una de las pintoras más interesantes de la Nueva Figuración madrileña.
La inauguración de la galería Mari Boom, alojada en el pasaje subterráneo que une la calle Lagasca con el parque del Retiro, es considerada una de las acciones fundadoras del histórico colectivo Estrujenbank (1989-1992). Combinando la irreverencia, la denuncia y la okupación, Mari Boom emergía como un espacio artístico reapropiado y reapropiable, que buscaba desbordar las asfixiantes lógicas de los aeropuertos de cultura impulsados por el PSOE, fagotizadoras de la autonomía del tejido cultural de base.
Guerrilla feminista en el subterráneo
El pasado miércoles 13 de junio, el colectivo Las Roldanas volvía a ocupar el pasaje que conduce a la calle Lagasca, reactivando la galería Mari Boom. En el subterráneo, abarrotado de gente, nos encontramos distintos carteles diseñados por diecisiete mujeres artistas, que movilizan una acción visual directa a través de la intervención de imágenes destiladas de la cultura mediática y popular. Ellas apelan a la guerrilla artística feminista, y su intervención nos recuerda a las reflexiones en torno al lenguaje de los medios de comunicación iniciadas por las Guerrilla Girls a mediados –otra vez– de los ochenta, pero también a la propia obra de Gadea, cuajada de referencias al pop peninsular.
Si los espacios artísticos también son nuestros, pero los informes llevados a cabo por observatorios como MAV (Mujeres en las Artes Visuales) siguen evidenciando la existencia de un insondable techo de cristal en el mundo de la cultura, entonces tendremos que forzar su ruptura. “Vamos a poner nuestras obras así, a las bravas”, decía Diana Larrea, una de las Roldanas, en una entrevista reciente.
Las Roldanas nacen hace un año como proyecto de investigación y guerrilla. Buscan recuperar la figura y el trabajo de las mujeres artistas en España, permanentemente excluidas de los relatos históricos y, por tanto, de los programas pedagógicos y culturales. Ellas toman su nombre de la escultora sevillana Luisa Roldán, ‘La Roldana’ (1652-1706), una de las pocas artistas cuya obra es albergada –y expuesta– en el Museo del Prado. Como cuenta María María Acha-Kutscher, “‘La Roldana’ tuvo situado su taller-vivienda en el mismo edificio del barrio madrileño de La Latina donde se celebran las tertulias [del colectivo], y además coincide con el estudio-vivienda de una de las integrantes: María Gimeno”.
Fue en un cruce de posts en Facebook entre Diana Larrea y Acha-Kutscher, a propósito de la artista Patricia Gadea, donde nace la idea de reactivar Mari Boom y reivindicar el efervescente papel de esta pintora en el arte madrileño. La galería Mari Boom, icono del espacio tomado, de la burla al sistema artístico pero también de la reapropiación de sus símbolos, regresa en plena ebullición global del movimiento feminista, y reclama el lugar de las mujeres en el arte. Mari Boom regresa el mismo año en que los paros del 8 de marzo baten récords históricos, y cuando apenas quedan unos meses para que la plataforma La Caja de Pandora vislumbre su primer aniversario. Como afirman Las Roldanas en la convocatoria de la reactivación, “esta acción es un grito conjunto que se suma a las reivindicaciones por la visibilidad de la mujeres artistas en el arte y, quizás, el primer espacio feminista de arte contemporáneo en Madrid.”