Para comprender la situación política actual

El preu de la llibertat

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Hemos escuchado estos días como el nacionalismo hegemónico del Estado español, el castellano, o en su versión imperialista, el español, pretende demonizar al independentismo catalán. El lenguaje va desde acusaciones de supremacismo hasta de racismo, la gama de deformaciones no se queda corta, que si el independentismo es una religión, que si el independentismo es de fanáticos o radicales, que si el independentismo es un movimiento que se quiere saltar la legalidad, que si el independentismo quiere adoctrinar e imponer una lengua, que si el independentismo trata con desprecio a otros pueblos de España, que si el independentismo es aliado de la burguesía, que si el independentismo está formado por antisistemas, que si el independentismo es la derecha, que si el independentismo es una excusa para tapar la corrupción, que si el independentismo es una ideología que presupone que los catalanes son superiores, que si el independentismo pretende ser insolidario, que si el independentismo odia a los españoles… Podría seguir, pero la lista es interminable y muchas veces se contradicen algunas de las afirmaciones. No hace falta más que acercarse a los independentistas para comprobar que todo eso es falso, que forma parte de una campaña de bombardeo y deformación para crear la conciencia de enemigo común entre los españoles. La razón es sencilla, el objetivo de esta deformación es lo que está pasando ahora, los españoles miran impasibles la violación de derechos fundamentales por parte del Estado contra los independentistas, el objetivo de la deformación del independentismo era que los españoles aprobasen una serie de medidas contrarias al derecho contra la imagen deformada del independentismo que han creado unos medios de comunicación controlados por el gobierno.

Los independentistas están solos, apenas encontrarán simpatías con los españoles porque la campaña previa de deformación ha sido muy efectiva. La vulneración de derechos fundamentales contra los independentistas no es un problema de los españoles, piensan que no va con ellos, porque ellos no son independentistas, así de simple.

Esta realidad está abriendo la caja de pandora, el gobierno español está creando lo que Orwell llamó en su novela 1984 el Ministerio de la Verdad, que se dedicaba a manipular el relato de los sucesos para que coincida con la versión oficial del Estado. Juntamente con el control del Poder Judicial y de la prensa, las víctimas del 1-O se están convirtiendo en agresores y la Guardia Civil en agredidos, las manifestaciones se están convirtiendo en actos de sedición y la crítica a los estamentos de poder del Estado en delitos de odio. España se está convirtiendo en un monstruo, si no es que ya lo era antes.

Mientras Cataluña vive su particular distopía imaginada por Orwell, los españoles están viviendo un Mundo Feliz de Huxley, entretenidos con la programación amarilla y controlada por el gobierno de las televisiones privadas y con una televisión pública censora y manipuladora, los españoles no alcanzan a ver más allá de sus propias narices, la izquierda está ausente, la derecha heredera del franquismo domina el relato y poco a poca se van asumiendo los postulados falangistas entre una sociedad española, consumista, egoísta y despreocupada de las causas justas de la humanidad. Vuelve el racismo extremo, las ideas de prisión permanente, la invisibilización de protestas sociales como la de Murcia… en España solo importa el fútbol, los cotilleos de la prensa amarilla y el consumo desenfrenado.

A muchos españoles probablemente les duela esta definición, pero es la realidad, el Estado es un monstruo dominado por una oligarquía que vive del trabajo de los españoles, con una monarquía heredera del franquismo y con un sistema de poder dónde no existe la separación de poderes efectiva y por lo tanto no hay garantía de derecho. El Estado es un monstruo y los españoles simplemente no están contra él, lo están tolerando.

El motivo por el cual se tolera a este monstruo es por el nacionalismo español que se ha inculcado, no, mejor dicho, con el que ha adoctrinado desde antes del franquismo. Y este nacionalismo sí es supremacista e imperialista. Los catalanes independentistas no pueden ser supremacistas porque no se consideran superiores a ningún pueblo, de hecho, quieren ser iguales a cualquier pueblo de la Tierra y tener el mismo derecho a tener su propio Estado, mientras que el nacionalismo español considera que los catalanes son un pueblo inferior que no tiene derecho a tener su propio Estado. Eso sí es supremacismo y además es imperialista. Los catalanes independentistas no pueden ser imperialistas porque no quieren imponer el dominio de su propio Estado en territorios ajenos, en cambio, España sí pretende que los catalanes sean gobernados directamente por Madrid. De hecho, el mensaje de Madrid es muy claro: el voto de los catalanes no sirve para nada, si no gusta lo que votan aplican el 155 y cambian candidatos a la presidencia, cambian la composición del Parlamento, convocan elecciones sin el consentimiento del presidente electo… Madrid envía un mensaje a los catalanes: su voto no sirve, los gobiernan los representantes de los españoles, no directamente los representantes de los catalanes: Eso es imperialismo y convierte a Catalunya en una colonia de facto.

El nacionalismo español además de supremacista e imperialista es también un movimiento antiliberal. El liberalismo político presupone que son los ciudadanos libres e iguales los sujetos de derechos y libertades individuales, y son ellos los que deben decidir si se asocian políticamente o no. Y si los catalanes, libremente asociados como catalanes, porque así lo han decidido en el momento que la mayoría se considera pueblo depositario de soberanía, consideran que no quieren seguir asociados al resto de españoles, así debe ser, porque la libertad y el derecho corresponden individualmente a las personas. En cambio, el nacionalismo español presupone que el sujeto de derechos y libertades no es el individuo, lo es el Estado, y por lo tanto, la libertad y los derechos que tienen los individuos son solo un concesión del Estado, en ningún caso un derecho natural. El Estado español está diciendo que puede quitar derechos y libertades a los individuos porque él tiene el derecho a perpetuarse y a regir sobre todos por encima de cualquier libertad y derecho individual. Lo que coloquialmente se dice que la unidad de España está por encima de todo, pues viene a decir eso, que el Estado, ya lo podemos considerar totalitario, considera que el depositario de derechos y libertades es él mismo y no los individuos.

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El panorama es negro, muy negro, los españoles serán las próximas víctimas de los despropósitos que están consintiendo, mientras tanto, la corrupción avanza entre las instituciones europeas, el nuevo orden mundial no va hacia gobiernos más transparentes y participativos, la tendencia mundial actual implica el dominio absoluto de los Estados sobre la población y la usurpación por parte de estos de las libertades y los derechos que deberían corresponder a los ciudadanos.

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