Alphonse Mucha y las flores que lograron no marchitar

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Que se necesitan máquinas propias de la ciencia-ficción para lograr viajar en el tiempo es algo que ciertas situaciones llegan a conseguir poner en entredicho. Y la exposición sobre la obra de Alphonse Mucha (1860-1939), que se despide pronto -permanecerá en Madrid hasta este domingo 25 de febrero-, es una de ellas. Las piezas del artista moldavo, considerado uno de los creadores del estilo Art Nouveau, se alojan en un espacio que no podría ser más propicio.

El Palacio de Gaviria, ubicado en la calle de Arenal –junto a la Puerta del Sol- nos transporta directas al siglo XIX nada más traspasar sus puertas. Al entrar, una escalinata solemne augura y define lo que aguarda a lo largo de todo el espacio. Paredes altas, paseos laberínticos, detalles dorados por todos los rincones, techos colmados de frescos y grabados… e inserta en sus paredes, la obra de Alphonse Mucha, tan integrada que parece que hayan construido a propósito el edificio para ella y que esta fuera parte del mismo naturalmente. Esto hace que ir a visitar la exposición del artista moldavo no se reduzca simplemente a visitar la exposición. Lo que realmente se vive es una experiencia. Se realiza un viaje, se siente el siglo XIX y su arte hasta los huesos.

MuchaMadrid
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A esto se suma que, en sí, el trabajo de Mucha se distingue por construir un universo particular en el que todos los elementos necesarios e imprescindibles para el ejercicio de la sensorialidad están contemplados. Las imágenes reincidentes de flores de todos los colores, tamaños, tipos y formas, pero siempre flores; las estaciones del año, los astros, los cuerpos como elemento poético esencial.

Alphonse Mucha llegó a París en pleno fin de siècle, siendo el encargado del Pabellón de Bosnia-Herzegovina en la Exposición Universal de París de 1900. También fue el responsable de desarrollar multitud de imágenes expuestas en formatos casi antagónicos. Desde carteles de teatro, especialmente dedicados a la actriz Sarah Bernhardt -para las obras “Gismonda” o “Medea”-, con la que forjó una amistad que trascendía la bohemia, hasta el diseño de envases para marcas comerciales tan conocidas como Nestlé o Moët&Chandon. Todas las posibles formas que tomó la obra de Mucha aparecen entre las más de 200 piezas expuestas. Por supuesto, entre ellas pueden verse sus famosas series “Las 4 Estaciones” o “Las Artes: Danza, Pintura, Poesía y Música”.

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Sin embargo, el que fue gran amigo de Gauguin, declaraba querer ser “alguien que cree imágenes para la gente, en lugar de un creador de arte por amor al arte”, y en la exposición del Palacio de Gaviria se desvela cómo “las calles se convirtieron en exposiciones de arte al aire libre” gracias a sus carteles, generando una “nueva forma de arte accesible para todos“.

Asimismo, Mucha acabó desarrollándose espiritualmente adscrito a la masonería, y en la exposición llega a conocerse, el lado más intimista, oscuro, incluso, del artista. Del mismo modo, se presenta también al intelectual, al Mucha reposado, que hace apología de un mensaje de “paz universal”, siendo la “razón, sabiduría y amor frente a la guerra como principios clave de la humanidad” entonados por el que fuera arrestado por la Gestapo.

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De esta manera se realiza el recorrido por las caras múltiples de un artista poliédrico, al que se describe en la propia web de la organización como “bohemio, creador de imágenes para el gran público, cosmopolita, místico, patriota y filósofo“.

Una exposición obligada para todo aquel con complejo de nostálgico y sin miedo a los estímulos intermitentes y sinestésicos. Como despedida, los días 23, 24 y 25 de febrero, permanecerá abierta hasta la medianoche. Quizá no esté nada mal comprobar cómo puede llegar Madrid iluminar a la hora mágica.