¿Qué sería del fútbol sin las rivalidades legendarias? Para muchos aficionados, derrotar al eterno rival es el aliciente de cada temporada y, a pesar de la globalización de nuestro deporte, este es uno de los rasgos que más perduran década tras década. Algunas de ellas, pueden abocar a la desaparición de un club.
En Castelló, mucho antes de que Fernando Roig adquiriera el Villarreal CF y se forjase una rivalidad a los dos lados del río Millars, el CD Castellón siempre ha tenido como principal enemigo al Valencia CF, del que tan solo les separaba 60 kilómetros. Desde que el 22 de enero de 1922 se viesen las caras por primera vez en el Estadio del Algirós (con victoria de los orelluts por 2-3), la típica rivalidad entre dos equipos geográficamente cercanos fue en aumento, llegando a su punto álgido el 9 de noviembre de 1923. Aquel día, en plena disputa del Campeonato Regional en el que los castellonenses finalizaron cuartos, el conjunto de La Plana cedió previamente los puntos del encuentro al Valencia CF (era una práctica tan legal como habitual) para que estos pudieran alzarse con el título en detrimento del también valenciano Gimnástico FC. El Castellón venció 1-0, pero los puntos se marcharon a la ciudad del Túria como previamente habían acordado ambas escuadras. Cuando la afición se enteró, tal fue su indignación que obligó al presidente orellut Tadeo Mallach a presentar su dimisión y, dos años después, cambiaron la equipación (camiseta blanca y pantalón negro) por la actual zamarra albinegra con el fin de que no fuese como la del equipo de València. La rivalidad y la tensión entre ambos clubes y aficiones iba en aumento.
Durante años, esta enemistad creció y creció hasta vivir un momento clave el 29 de enero de 1933. En aquella tarde, el CD Castellón se enfrentaba al Real Oviedo en un encuentro donde lo más destacable fue la pésima actuación del colegiado Julio Ostalé Gómez. Los continuos errores arbitrales perjudicaron notablemente a los castellonenses, la afición así se lo hizo saber y el trencilla no dudó en devolver insultos y provocaciones, convirtiendo el Estadio del Sequiol en un auténtico campo de batalla, obligando a la suspensión del encuentro a falta de 25 minutos para su conclusión.
La respuesta de la Federación Valenciana de Fútbol fue entre contundente y desproporcionada: una fuerte sanción económica, inaudita hasta la época, y el cierre del Sequiol durante 3 meses, lo que obligaba al equipo a disputar sus partidos como local en Mestalla, el feudo del eterno enemigo, por proximidad geográfica. La directiva blanquinegra se cerró en banda y se negó a ambas cosas ya que ni la economía estaba como para abonar semejante multa ni estaban dispuestos a usar el templo valencianista ni ningún otro estadio valenciano como campo propio. Recurrieron a la Federación Española de Fútbol y esta ratificó la decisión de su “sucursal” valenciana, quienes insistieron en que “no se debía permitir el juego en ciudades de menos de 100.000 habitantes, puesto que los incidentes, eran una cuestión de cultura”, por lo que el equipo directivo, encabezado por el presidente Francisco Doménech, dimitió en bloque el 18 de mayo de 1933. Como consecuencia de esto, el CD Castellón congeló su actividad deportiva y no disputó ningún partido de la Copa del Mediterráneo, torneo en el que participaba contra otros clubes valencianos, catalanes y baleares. Esta ausencia del conjunto orellut desembocó en su expulsión de la FEF y la FVF por impago de la multa, a los clubes damnificados del torneo y a sus futbolistas.
El 1 de octubre de 1934, casi dos años después de los incidentes en El Sequiol, una asamblea de aficionados del CD Castellón decidió tomar el testigo del conjunto albinegro y fundar el Sport Club La Plana. En aquella temporada, la 34/35, el nuevo Castellón alcanzó la 2ª División Grupo III, donde tan sólo se mantendrían un año tras descender y desaparecer a finales de la 35/36. Al siguiente año se creó el Athletic Club Castellón, pero el golpe de Estado militar y posterior Guerra Civil paralizaron el fútbol profesional.
Tras la espantosa guerra, los gobernadores civiles y alcaldes recibieron la orden de reestablecer la normalidad y tranquilidad anterior a la guerra, por lo que qué mejor que resucitar al CD Castellón. El alcalde Vicent Traver Tomás, antiguo dirigente del conjunto blanquinegro, propició una reunión entre los principales clubes de la capital de La Plana como eran el Athletic Club Castellón, Peña Deportiva Ribalta, Racing Club y el Cruz Roja de Castellón. Entre todos se acordó volver a formar el anterior equipo con los mejores futbolistas de cada escuadra, así que la “nueva” entidad, presidida por Joan Traver e impulsada por las nuevas autoridades y con la complacencia de los militares, acude a la sede de la Federación Valenciana de Fútbol para ser inscrita nuevamente como Club Deportivo Castellón. Obviamente la FVF —que no es tonta— reclamó la deuda que arrastraba el club con dicho nombre, pero el general Moscardó —presidente del CSD—, intercedió para que se readmitiese al Castellón “por interés general”.
Así fue como el CD Castellón volvió al pie del cañón limpio de polvo y paja, y lo hicieron debutando en el Campeonato Regional un 1 de octubre de 1939 —más de seis años después—, frente al Valencia en Mestalla, ese campo en el que se negaron a jugar como locales y que terminó con su desaparición. Una vez finalizado este torneo doméstico, el club es invitado a disputar el campeonato de Segunda División para la 39/40, una liga que finaliza en cuarto puesto.