Hoy dejo de fumar…

El relato de la semana

 

fumar

Laura saca un cigarro y se lo acerca lentamente a los labios, éste va a ser el último.
Se lo ha prometido a su hijo.
Lo enciende, aspira el humo y se siente reconfortada.
Aún no sabe cómo ha ocurrido, cómo ha llegado hasta ese punto de no retorno.
Mientras el cigarro humea entre sus dedos, se fija en las uñas, necesita con urgencia volverlas a pintar, ese tono amarillo que se deja entrever no le gusta.
Con la mano libre agarra la taza de café y le da un sorbo, aún quema. Sopla con energía y parte del líquido se vierte por el borde. Eso le hace recordar a su marido y una lágrima se desliza por la mejilla, él siempre le enfriaba el café cuando estaba caliente.
“—Tengo que dejar de fumar —murmura entre calada y calada.”
Reflexiona sobre todas las ventajas que obtendrá si no fuma; ya no tendrá que coger el coche para ir a la gasolinera más próxima a comprar tabaco, sólo por no ser previsora y haberse quedado sin él a las tantas de la noche.
Ni tampoco toserá todas las mañanas. Ni la ropa le olerá como si hubiera estado en el mismo infierno.
En ese instante entra Alejandro:
—Mamá, ¿nos vamos a casa? Estoy cansado.
—Espera un poco, cariño. Aún falta para que cierren. —le indica, apagando la colilla en el cenicero.
Alejandro se acerca a su madre y la abraza fuertemente. Ella, sin poder contener las lágrimas, le pide perdón a través del pensamiento porque con la voz no puede.
Lo sienta en el regazo y poco después se duerme.
“—Tengo que dejar de fumar. Por mi hijo —se repite.”
Aún recuerda cuando Alejandro nació, lo hizo antes de tiempo. Pasó casi dos meses en la incubadora luchando por vivir. Por culpa del tabaco, le dijo el ginecólogo.
Pero ella no dejó de fumar.
Con la imaginación se traslada a la pasada Nochevieja. Se encontraban cenando en familia. Juan, su marido, se atragantó al tomar las uvas de fin de año y tras un ataque de tos, acabaron todos en urgencias. Como siempre, las salas atestadas de gente. Dos horas tuvieron que pasar, hasta que fueron atendidos, entre los pasillos y congelados por el frío.
Llevaba tiempo quejándose de una tos persistente, pero Laura le quitaba importancia. Creía que lo hacía para que ella dejara de fumar.
Tras varias pruebas, el diagnóstico fue cáncer de pulmón.
—Si él no fuma —se quejó Laura.
—Pero, usted sí —respondió el doctor— Su marido es fumador pasivo.
La voz de su padre la hace volver:
—Cuando quieras nos marchamos, la cafetería y el tanatorio van a cerrar.
El abuelo coge a Alejandro en brazos para no despertarlo. Laura recoge el paquete de tabaco de encima de la mesa y lo guarda en el bolso:
“Hoy es un mal día para dejar de fumar —se dice para sí– Mañana lo haré…”