¿Qué tienen en común la derecha española, la catalana y la izquierda hegemónica en Cataluña? Su odio conjunto por Ada Colau. Es una historia de amor a la inversa, su animadversión por la alcaldesa del cambio, ha reunido opiniones tan contrapuestas como las de los sectores independentistas y los que están en contra. Si en algo están de acuerdo, es en desestabilizar y tirar abajo el proyecto por el que los comuns llevan luchando y construyendo largo tiempo. Por una expresión de la ciudadanía más real y sin complejos. Porque la casta sigue siendo casta, se vista de azul o rojo, hable en catalán o en castellano. Pasen y vean.

Esto no es ninguna carta de amor hacia Ada Colau, pero ni mucho menos pienso soltar la bilis que todos los medios de este país, sea en Cataluña o en España, han lanzado. Se merece un mínimo de respeto, porque no lo ha tenido fácil para llegar hasta aquí, ni para capear el temporal –que en realidad es permanente – en una de las más importantes alcaldías del mundo. No es de recibo. Parece que una nube negra, un chaparrón muy denso, se haya cernido sobre Ada y no quiera dejarla en paz. Puede que la nube sea espontánea, o puede que haya algo más detrás que la forme. Y nadie se planteará si existe una campaña contra Ada Colau y un intento feroz para forzar la disolución del ayuntamiento de Barcelona, –hay demasiados interesados en esto último –. Y nadie lo hará porque es más fácil sumarse al rebaño, y quejarse de lo fatal que lo está haciendo, en vez de pensar quién y porqué maquina detrás. No nos han enseñado a ser críticos, sino a ser perros de presa. Y eso es lo que hacemos toda nuestra vida, morder a quien nos dice el amo.

De la derecha me puedo esperar cualquier cosa; que se pongan de acuerdo en odiar a nuestra señora alcaldesa no me sorprende nada. Sean indepes o no, lo que les importa es la pasta. Y con Ada parece que peligra. Los valores nacionales les dejan de importar cuando no tienen los bolsillos llenos. Comprensible. La derecha suele ser rancia y reaccionaria en todos los lados del mundo, no veo porqué tener diferente nacionalidad iba afectar en cómo perciben el dinero.

“La izquierda tiene que tener una voluntad de unión, de pueblo, de sumar fuerzas y hacer bloque”

¿Y cómo es que la izquierda hegemónica catalana –véase Esquerra Republicana – no tiene ninguna palabra bonita para Colau? Vaya, quizá no son tan de izquierdas, ni estén tan al servicio del pueblo como venden. La política de siempre, hecha para preservar los intereses de una clase, no para trabajar por los de la sociedad. Me resulta muy extraño que un partido con un supuesto ideario transformador, sea tan crítico con un proyecto político que apuesta por el cambio desde el minuto 0. Aquí hay gato encerrado. Sólo un apunte más: la izquierda tiene que tener una voluntad de unión, de pueblo, de sumar fuerzas y hacer bloque. Si quieren división y buscan el desencanto en los ciudadanos barceloneses, es porque poco les interesa el cambio y mucho ser el recambio. También tengo para los que se encuentran fuera del arco parlamentario. Los antisistema, los que no creen en el parlamentarismo. Los que pecan de izquierdismo, los que van de puristas porque tienen miedo de que quizá estos proyectos triunfen y logren hacer todo lo que ellos han intentado desde siempre y han fracasado, por su dogmatismo y cerrazón.

Lo que más me duele del asunto, es ver como nadie piensa en el vacío absoluto que se le está haciendo desde el resto de instituciones catalanas que Barcelona En Comú no domina. Y estos órganos, ya sea la Generalitat o el Gobierno español, tienen más peso que una simple alcaldía. Por no hablar de un sistema de funcionariado y unas instituciones viciadas por la lógica neoliberal, que imposibilitan cualquier cambio real y efectivo a pequeña escala. Nos han hecho pensar que conquistando alcaldías íbamos a poder cambiar el mundo, pero no es cierto. El municipalismo puede ser la clave en un futuro, por aquello de: “piensa globalmente, actúa localmente”, pero aún no es el momento, y puede que esta no sea la situación adecuada por el contexto que nos ha tocado vivir.

Ada Colau representa todo aquello que la clase dirigente odia. Es todo un referente como mujer, una luchadora nata. Ha llegado por su propio pie, por ser una líder natural, nadie la ha puesto ahí, no es ningún títere al servicio de nadie. No. Es un icono de la lucha popular, tiene carisma. No es un producto de marketing más, como toda esa serie de políticos que salen prefabricados y maquetados desde las juventudes, listos para reproducir el discurso imperante y complaciente con el sistema. Ada Colau es una antistema que intenta reconducir todas sus proclamas desde dentro del sistema. Ya les gustaría al resto de partidos que se hubiera quedado en la PAH, quejándose y armando jaleo, siendo una alborotadora de masas sin poder real para organizarse y luchar políticamente. Ada Colau es todo lo que Gabriel Rufián nunca podrá ser. Su relato vital es real, no un invento para conectar con las masas castellanohablantes y charnegas de la periferia como lo es el héroe de la ERC. Ada es la envidia de muchos activistas perdidos en mil luchas contradictorias, que han preferido pelearse con el prójimo en vez de luchar conjuntamente y llegar a las instituciones.

¿Contradicciones? Mil. Esta alcaldía del cambio ha sido capaz de argumentar una cosa y la contraria, de querer a los manteros y reprimirlos al mismo tiempo. De apoyar a los refugiados en manifestaciones multitudinarias y luego todo el apoyo disolverse en el agua. Por no hablar de lo mal que están gestionando la huelga de metro, que lunes tras lunes afecta a miles de barceloneses, y no hace más que crispar el ambiente. Ha conseguido confundirnos a todos. En vez de ayudar a que los conflictos se resuelvan, se ha mostrado incapaz de dar una solución eficaz, sobre todo cuando es el partido que lucha contra la casta, la corrupción, contra todo lo viejo. No han estado a la altura. ¿Pero es que alguien alguna vez lo ha estado?

“Barcelona En Comú, dentro de su política de peace and love blandengue, conformista e ineficiente, se ha marcado más objetivos y ha luchado más por todas esas clases populares de lo que lo han hecho el resto de voceros que sueñan con su caída”

Lanzan la piedra y esconden la mano, los que año tras año, legislatura tras legislatura, han permitido la putrefacción de un sistema que hace aguas por todas partes, y ahora pretenden colocar el muerto única y exclusivamente a la alcaldía de Barcelona. Hipócritas. Ada Colau no es ninguna radical dogmática, más bien todo lo contrario; ha pecado de pragmática y conservadora en muchas políticas por aquello de gobernar para la ciudad y pensar en el bien común. Pero supongo que en ninguna cabeza cabe que una alcaldesa y todo su equipo puedan ser críticos con un proceso de globalización que nos afecta de lleno en nuestra ciudad, con unos alquileres por las nubes y un turismo desenfrenado. Un gobierno municipal es eso, un órgano de toma de decisiones, no un simple gestor. Y sí, Barcelona en Comú, dentro de su política de peace and love blandengue, conformista e ineficiente, se ha marcado más objetivos y ha luchado más por todas esas clases populares de lo que lo han hecho el resto de voceros que sueñan con su caída. El proyecto transformador de la ciudad y de la sociedad barcelonesa es envidiable, además de haber sido capaz de aunar tantos apoyos ciudadanos diversos: soberanistas, independentistas, unionistas… Por no decir de todas las políticas de igualdad y feminismo que se están promoviendo desde la alcaldía. Uno de estos mayores logros es la creación de concejalía de Ciclo de la Vida, Feminismo y LGTBI, donde dar voz y rostro a la lucha feminista dentro de las instituciones.

Puede que este nuevo modelo de ciudad, no sea del agrado de muchos, pero es necesaria para poder afrontar los retos del siglo XXI. Necesitamos romper con los esquemas del pasado, y rediseñar nuevos espacios donde poder dar cabida a los movimientos sociales y que puedan vertebrar la lucha desde dentro de las instituciones. Porque puede quedar muy bonito y autentico pelear contra marea y desde la calle, pero necesitamos repercusión y practicidad, no autenticidad. El pueblo pide cambio, pide luchar contra unas instituciones que han sido pervertidas, y que el propio poder las ha puesto en contra del ciudadano. Puede que al fin de cuentas Ada Colau no sea la panacea que solucione todos los conflictos sociales que tenemos en Barcelona, pero es un buen comienzo. Quien piense que desde el 15M ha pasado mucho tiempo, se equivoca. Esto es solo el principio de lo que tiene que venir, es una prueba-error, hasta que todo encaje y los de arriba dejen de temblar y huyan por patas. Y sin lugar a dudas creo que Ada Colau es la mejor alcaldesa que ha tenido Barcelona y una de las mejores alcaldesas que ha tenido este país. Aquí seguiremos, al pie del cañón, haciendo una Barcelona de todas y todos. Una fábrica de amor, donde quepamos muchos y odiemos pocos.  Hemos tomado el poder, nadie dijo que fuera fácil transformar la sociedad, pero es necesario, hoy más que nunca.