A las cosas por su nombre: BlaBlaCar, taxis, autobuses y gobernantes ineptos

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Corría el mes de septiembre del pasado 2016 y tuve que cambiar mi residencia por motivos académicos a la ciudad de Fuenlabrada, en la Comunidad de Madrid. El primer día que vine a hospedarme en el nuevo piso no logré encontrar trenes que cubriesen el trayecto desde mi ciudad hasta la capital en las horas en que yo tenía disponibilidad. De repente, algo hizo “click” en mi cabeza y entré en la web de BlaBlaCar. BlaBlaCar es una compañía francesa que nació con la idea de modernizar, en un mundo cada vez más globalizado, la idea del autoestop (que había quedado en desuso desde hacía años y además se encuentra parcialmente penalizada en nuestra legislación). Esta plataforma se basa, para quien lo desconozca, en la conexión de usuarios que realizan trayectos al mismo lugar. El usuario puede viajar en calidad de pasajero o de conductor. La aplicación permite al conductor determinar la cuantía que desea percibir por pasajero, y especifica cuánto dinero se va a quedar ella por la mediación.

La compañía asegura un coche en caso de que el pasajero no llegue a su destino y los comentarios y   valoraciones muestran la confianza que suscitamos como conductores en los pasajeros y la opinión que generamos en los conductores como pasajeros. Es este, por tanto, un portal basado en la confianza. Cabe recalcar, asimismo, que el conductor no busca el lucro en la acción, sino un soporte económico para sufragar los gastos ocasionados por su viaje y, por tanto, no incurre en praxis de competencia desleal, como reconoce Fedetaxi.

La web de BlaBlaCar es muy intuitiva, y al poco de estar explorando por allí me sentí muy cómodo. Mi familia recelaba bastante de imaginarse a su único heredero a bordo de un coche conducido por un desconocido. Sin embargo, encontramos que un señor de estos con los que cualquiera iría hasta el fin del mundo ofertaba un viaje en un horario que era acorde con mi disponibilidad. Finalmente, decidí hacer mi reserva. Huelga decir que mi viaje fue una maravilla, en un Audi Q5 con un farmacéutico y una socióloga divagando sobre el ser humano e intentando cambiar el mundo. Desde aquel día, he usado la plataforma unas 25 veces, y no he tenido problema alguno. Nunca he tenido un viaje desagradable, incómodo o en el que me haya sucedido ningún percance notable. Si bien he tratado este tema  con todos los pasajeros con que he viajado, apenas dos recordaban alguna mala experiencia que les había contado alguien externo.

Las grandes compañías de autobuses son potencialmente críticas con esta plataforma, ya que es a ellas a quien principalmente perjudica. Hemos podido observar cómo, en estos últimos años, las tarifas aumentaban y aumentaban, y para un estudiante o alguien que tiene que desplazarse por motivos de trabajo, resultaba cada vez más difícil hacer números para poder visitar a sus seres queridos. Creo, que al igual que en el caso del AVE, si los precios bajasen, los autobuses irían llenos y no hubiese nacido el nicho de mercado que actualmente tiene BlaBlaCar. La plataforma no es más que una reacción a la incapacidad de muchas personas para poder desplazarse a causa de años de políticas injustas que han hecho cargar al humilde y al trabajador con el peso de las decisiones que en su día los poderosos tomaron, sin pensar en las consecuencias que estas podrían acarrear y que constituyen el origen de la destrucción del Welfare State.

Edades de los usuarios de BlaBlaCar España y brecha de género/BlaBlaCar

Muchos taxistas critican a esta plataforma (y a otras que han ido copiando su modus operandi tras ver su notable éxito) porque aseguran que les quita su trabajo. Me gustaría exponer un ejemplo para tratar de mostrar claramente como eso no es para nada así: un trayecto Madrid-Valencia cuesta 360€ en taxi, esto es, 90€ por persona, y el mismo trayecto en BlaBlaCar supone un coste que oscila entre los 15 y los 30€ por persona. ¿De verdad algún taxista en su sano juicio cree que un estudiante como yo se puede permitir pagar 90€ para visitar a su familia y que en ese caso prefiera gastarse una mayor cantidad de dinero que la que correspondería a los costes del AVE que realiza el mismo trayecto? Déjenme decirles que no.

Y no seré yo quien venga a decir que los taxis no sirven para nada, que el oficio del taxista me parece algo caduco y condenado a la desaparición o que jamás he usado uno. Los taxis tienen, a mi juicio, tres grandes funciones:

  • Transportar a quien no tiene vehículo propio y no quiere o puede usar el transporte público.
  • Permiten llegar a la gente al lugar deseado en horarios o situaciones especiales en las que no se dispone de transporte público o resulta muy complicado
  • En ocasiones son usados como si fuesen coches oficiales, y denotan prestigio y reconocimiento mediático.

Para explicitar la labor que, a mi juicio, realizan los taxistas, vuelvo a explicarme empleando otro ejemplo. Hace dos semanas, me iba a esquiar y tenía que llegar hasta la Estación de Autobuses de Valencia a las seis de la mañana. Lógicamente, contraté junto a mis amigos un taxi y lo pagamos gustosamente. Cumplió su labor y nos mostramos encantados con su servicio y, sobre todo, con su trato impoluto.

Por todo lo expuesto anteriormente me atrevo a pedirles, queridos amigos y amigas taxistas, que antes de salir fuera del taxi en Atocha a golpear el cristal de quienes viajan en BlaBlaCar, hagan caso a McLuhan y comprendan que el médium (la tecnología) es el mensaje y que, ni los rechazamos ni los hemos olvidado, sólo somos estudiantes que se buscan la vida en tiempos de precariedad y picaresca. Cuando piensen en gritarle al conductor de BlaBlaCar que se intenta pagar la gasolina y nos ayuda a llegar a ver a nuestras familias, piensen en la incompetencia de nuestros gobernantes para adaptar su situación al siglo XXI, en en su incapacidad de ofrecer oportunidades reales a los autónomos y facilitar las condiciones para que puedan llegar a fin de mes, piensen en las dificultades que ellos les ponen para seguir pudiendo mantener una vida digna. Nosotros somos sus amigos y no permitiremos bajo ningún concepto que desaparezcan, es hora de que se paren a pensar quién es su verdadero enemigo. Es su turno, ¡nos vemos pronto en las calles!

Jordi Sarrión i Carbonell
Jordi Sarrión i Carbonell
Periodista i politòleg valencià. Tinc la sort de dirigir la delegació de la Revista Mirall al País Valencià. Orgullós de fer periodisme #SensePressa a aquestos temps en què la credibilitat i la honestedat dels mitjans de comunicació han de ser recuperades.