Lo difícil es derribar muros, no construirlos

El discurso del odio es fácil de promover. Incitar a las masas a que sigan un mensaje simple, unas ideas reaccionarias y a promover unos valores neofascistas, no es una tarea complicada. Es algo que nuestros políticos de cualquier parte del globo han estado haciendo de forma ininterrumpida desde que podamos recordar. El discurso utranacionalista, misógino, homófobo y reaccionario de Trump se aprovecha del que menos tiene, un mensaje cimentado en el miedo y la ignorancia. Pero esta locura no sólo se ha apoderado de Estados Unidos, tenemos también los ejemplos de la totalitaria China y la fascista Rusia. Grandes potencias al servicio de bobos con posibilidad de prender la mecha, que bromean con tirar bombas nucleares y que hablan de pueblo y jamás se han preocupado por su gente ¿Quiénes son su gente? Muestran un desprecio enorme hacia lo humano: su mayor sueño es querer construir más barreras y conseguir ganar más guerras. Lo que no recuerdan es que si no se hicieran guerras, nadie tendría que ganarlas; tampoco se tendría que luchar en ellas o morir por ideales absurdos. Así estamos. Líderes que no son líderes, políticos que jamás deberían haberse dedicado a la política. Sueltan lo primero que se les pasa por la cabeza, hablan de acabar con los grandes males de su nación, cuando ellos son el mayor cáncer que ha existido jamás. Mensajes simples en tiempos complejos. Ellos que tachan de populista todo cuanto les rodea, sin plantearse siquiera que ellos encarnan ese populismo que tanto desprecian. En la vida no es todo blanco o negro, está claro que la realidad y la verdad no son algo absoluto sino una gama interminable de grises, pero se encuentran en el lado oscuro, en ese negro del que no escapa ni la luz. Están drenando nuestro mundo, están arruinando el planeta.

En un mundo donde reina el odio, quererse es revolucionario

Mucho se ha hablado estos días sobre la Women’s March y todo lo que ha conllevado. Los ultraderechistas han permanecido mudos durante las protestas, no han sabido cómo reaccionar, qué decir ante los ríos de gente que marchaban pacíficamente en pro de la igualdad y la tolerancia. Hemos vivido otro mundo, más bonito y justo. Aunque haya sido un espejismo nos ha recordado que otro futuro es posible, tan sólo basta con soñarlo. No es un triunfo de las mujeres, es un triunfo de toda la humanidad. Nos llaman radicales por no querer pasar por el aro. A no querer seguir formando parte del problema, a querer traer soluciones. No queremos seguir perpetuando un sistema caduco, anclado en el pasado que solo entiende de odio, de amenazas y de bombas; modelo que alaba la mediocridad y encumbra al hombre blanco. No estamos aquí para dar lo que recibimos, para escupir en la cara de quien nos oprime y nos manipula. No somos como ellos, somos mejores, más grandes. Si no hay platos para todxs, romperemos la vajilla. El amor no entiende de fronteras, ni de colores o sexos. Las mujeres no tenemos patria, disponemos tan sólo un corazón muy grande. En un mundo donde reina el odio, quererse es revolucionario.

Trump, no tienes escapatoria
Trump, no tienes escapatoria

Las protestas se han basado en el respeto, tolerancia, paz, amor y comprensión. Eso es todo. Esto no va de nombres, de grandes figuras haciéndose publicidad ni autopromo. No me interesan esos personajes de Hollywood queriendo sacar tajada y/o ayudar. Hoy no quiero hablar de Gloria Steinem, ni de Scrlett Johansson, ni de Alicia Keys, ni de Madonna, ni de America Ferrera.  Lo importante es el mensaje, no el mensajero. Toda esa gente guardaba silencio mientras Obama bombardeaba a Oriente Medio, todos ellos apoyaban a Hillary Clinton representante de la corrupción made in USA, del feminismo blanco de protesta banal, de la doble moral de su país o de la ridícula defensa de su marido Bill, el pendenciero –que ayudó a levantar el muro que tanto ama Trump–.  Claro que no merecen todas las alabanzas que están recibiendo por hacer lo correcto, pero no merecen todas esas críticas exacerbadas que he tenido que leer en diversos medios. Ese desprecio vehemente a quien está haciendo lo que debe, aunque haya intereses de por medio, me parece muy corto de miras. En este sistema siempre existirá ese alguien que saque tajada del asunto, pero no podemos echar por tierra y empequeñecer todo el trabajo realizado. No podemos criticar su enorme labor en difundir el mensaje, simplemente han utilizado las plataformas de las que disponen para que el mundo escuche lo que todas tenemos que decir. Estas marchas mundiales de mujeres protestando por defender lo que es suyo, y en realidad lo que es de todos, es un acontecimiento histórico. El día 21 de enero de 2017 marca un antes y después en la historia del feminismo. Esto lo cambia todo. Un acto global que ha sido capaz de sacar a la calle tan sólo en Washington D.C. a más de medio millón de personas. No dejemos que nos ridiculicen, no dejemos que triunfe el mal, el populismo, la misoginia, el machismo y la rabia patriarcal que tanto teme perder sus privilegios. Están llorando como niños, lo que no supieron respetar como hombres. No hay nada de malo en llorar como un niño, pero sigue habiendo hombres de mentira que creen que llorar es de cobardes, de mujeres y de maricones. Llorar es de humanos, cosa que nunca han comprendido; ahora les toca recibir de su propia medicina, aunque dudo que tengan cura.

No tenemos miedo por seguir luchando por todo aquello que nuestras madres y nuestras abuelas consiguieron a base de pico y pala, de puños, de gritos, sangre y muchos sueños rotos

Sigo con más datos. Alrededor de 100.000 personas tomaron las calles de Nueva York, Los Ángeles, Chicago, Boston, Seattle y Londres. También han habido protestas multitudinarias por todo el mundo, desde Nairobi pasando por Roma, Oslo, París hasta acabar en Melbourne. Un acto tan simple ha servido como catarsis de todo un movimiento, mujeres de todo el mundo han salido por primera vez a protestar por algo que no deberían en un mundo cuerdo, en un lugar un poco más sano y equilibrado. Pero nos ha tocado vivir este preciso momento de la historia y pensamos salir adelante. Con o sin la ayuda de Trump, de Putin, de Rajoy o de quien se ose interponer en nuestro camino. No podemos seguir de brazos cruzados con tal panorama. En un mundo donde un marido puede pegar una vez al año a su mujer sin que esto constituya ningún delito –ley recientemente aprobada en la tan democrática Rusia – no podemos permanecer impasibles, seguir neutrales. Somos mujeres, y no tenemos miedo. No tenemos miedo por seguir luchando por todo aquello que nuestras madres y nuestras abuelas consiguieron a base de pico y pala, de puños, de gritos, sangre y muchos sueños rotos. Porque si por algo tenemos que seguir marchando, seguir protestando, seguir alzando la voz y no darnos por vencidas, es por todas aquellas promesas incumplidas. Por todas esas mentiras que un día creímos y que hoy vemos. Porque aún tenemos que quejarnos para mantener ciertos derechos y no dejar que el mundo involucione. El progreso y todas nuestras libertades penden de un hilo. No podemos dar un solo paso atrás. Se lo debemos a todas ellas. No nos callarán.

El feminismo es una fuerza renovadora, es un rayo de luz en un mundo sombrío y miserable. No entiende de fronteras, de conflictos, de ningún tipo de barreras que separen a los seres humanos. Es una de las razones por las cuales es imposible de corromper, puesto que lucha contra todo a la vez. Por acabar con los cimientos de una sociedad patriarcal, esclava del consumismo, opresora del ser humano, desconectada de la naturaleza y homogeneizadora de culturas. Si algo hemos podido comprobar en las cientos de fotos que han corrido por Internet estos días, es la amalgama de culturas, proclamas y mensajes que convivían pacíficamente y reflejaban tan bien toda la diversidad del movimiento.

Una verdad demasiado incómoda
Una verdad demasiado incómoda

Sin altercados, sin luchas. Ha sido todo un triunfo de la serenidad y la compostura. Parece que el mundo, que la historia está empeñada en darnos la razón y ahora más que nunca el futuro tiene nombre de mujer. Lo fácil es levantar muros, ya sean de 3 o 15 metros, o a quien se le ocurra soltar la perogrullada más grande, pero lo cierto es que la guerra es simple, rápida y efectiva. Lo difícil es tender puentes, no romperlos;entendernos en un mundo inconexo donde intentamos pisarnos los unos a los otros siempre que tenemos ocasión. Los vínculos de paz son lazos duraderos que una vez estrechados fomentan unas relaciones alejadas de ese odio visceral y ruin que crean las guerras. La paz aleja el dolor, y trae la fraternidad entre hermanos, entre pueblos. El término es tan complejo, que no existe una definición exacta de lo que significa la paz, en el diccionario aparece como:”la ausencia de guerra”. Parece un tema demasiado utópico para hablar en estos días que corren, pero nada más lejos de la realidad. Esta sociedad heteropatriarcal no tiene ningún futuro, ninguna esperanza a menos que tenga propósito de enmienda, a menos que deje de ser tan heteronormativa y patriarcal, que haga más por escuchar y no tanto por silenciar. Tenedlo claro, no nos separan las lenguas, ni nuestras culturas, nos separan las banderas, las religiones y los Estados. Nacemos de un mismo sitio y tenemos el mismo final. Cualquier lucha parece idiota si pensamos que en 100 años todos seremos polvo ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanta incomprensión? Lo único que dejamos es un planeta arrasado por la huella del hombre y su devenir irracional en una tierra con recursos finitos. Espero que nos extingamos pronto, o al menos nuestro egoísmo. También tenemos una genial alternativa: escuchar a los millones de feministas de todo el globo pidiendo comprensión y respeto por la vida.

Por acabar con los cimientos de una sociedad patriarcal, esclava del consumismo, opresora del ser humano, desconectada de la naturaleza y homogeneizadora de culturas

Aquí empieza todo. La revolución en punto 0. Nos da igual lo que nos digan, lo mucho que nos desprecien y nos insulten; pensamos seguir haciéndolo, pensamos seguir quejándonos y estar unidas. Este gesto de amor multitudinario me ha llenado de esperanza –o al menos me ha recargado las pilas – y me ha hecho creer de nuevo que otro mundo se está gestando. Desde los indignados del 15M, del movimiento Occupy Wall Street han salido nuevas ideas y fuerzas regeneradoras de un sistema anquilosado, pero la Women’s March ha representado mucho más. Ha nacido del odio y de la repulsión hacia Trump –mitad troll mediático, mitad político nefasto – pero ha sabido canalizar las protestas, no hacia la persona que este tipo representa, sino hacia un viejo mundo que nos divide, nos ataca y nos excluye como mujeres. Mujeres de todo tipo, de toda raza y religión, con vagina y con pene, o con ambas. El feminismo no solo busca la liberación de la mujer y la igualdad plena de derechos respecto al hombre, es mucho más que eso. Es una toma de consciencia con nuestra vida, con el entorno y con nuestro planeta. No se puede entender el feminismo sin entender el cuidado por el planeta, sin el ecologismo. Tampoco comprenderíamos que el feminismo defendiera cualquier tipo de opresión o apoyase actitudes racistas. Somos antifascistas, apoyamos todas las formas de expresión que existan para que una persona se pueda desarrollar plenamente. No juzgamos, sino que comprendemos, no necesitamos ser revanchistas cuando tan sólo buscamos respeto y libertad.

Mujeres del mundo: uníos
Mujeres del mundo: uníos

No puedo dejar de pensar en vosotras, en lo que hemos conseguido. Peleamos como chicas y nos encanta, nos salió bien la cosa. Son tiempos de acción, de salir de casa, de hablar alto y claro, que nos escuchen –y a quien no le guste que se joda–. Hemos estado calladas demasiado tiempo y tenemos muchísimo por decir, y tantísimo por hacer… Estoy tan orgullosa de poder llamarme feminista –aunque con muchos defectos y pocas virtudes–, de pertenecer al mismo movimiento de tantos cientos de miles, de millones de mujeres que esta vez se han negado y se han plantado de una vez por todas. Trump ha servido como excusa, ni le queremos tanto, ni se merece tamaño despliegue de fuerzas. Por cierto, si quieres construir un muro, nosotros nos quedamos fuera. Para ti tu querido país roto por el odio y la deshumanización de un capitalismo desenfrenado.  Trump: quédate con tu Great América, que nosotrxs haremos un Great World sin tu ayuda. Este tipo representa todos los males de occidente, y si nuestras hermanas americanas nos necesitan saldremos las veces que haga falta, hasta cumplir con nuestro cometido, que no es otro sino el de que se respeten nuestros derechos por el simple hecho de ser mujeres. Yo no he votado a Trump, pero sus decisiones como presidente de la potencia más grande del mundo me influyen enormemente. Que millones de mujeres vean depauperadas sus vidas, que la comunidad LGBT no disfrute de los mismos derechos y respeto que el resto, que a todo aquel que sea extranjero sea tratado como criminal, merece una respuesta contundente, a la altura de las circunstancias. Merece manifestaciones multitudinarias día tras día hasta que caiga él y todo su equipo de inútiles demagogos.

Trump: quédate con tu Great AmÉrica, que nosotrxs haremos un Great World sin tu ayuda

Esta es la revolución de los marginados. Hemos surgido de la emergencia, de la necesidad de gritar. Mientras se siga discriminando por lugar de nacimiento, por color de piel, religión, preferencia sexual o simplemente por el hecho de ser mujer, seguiremos luchando. Como siempre lo hicimos. Aunque nos quedemos sin voz, aunque sea débil y apenas se escuche y llegue a la gente, seguiremos gritando por lo que es justo. Como Martin Luther King Jr. dijo: “la injusticia en cualquier sitio es una amenaza para la justicia en cualquier lugar”. Formamos un todo. Porque soy puta, soy latina, soy maricón, soy transexual, soy negra, soy bisexual, soy inmigrante, soy judía, soy musulmana, soy lesbiana y orgullosa.

Con bombas y con armas no se construye un futuro más próspero, sólo se rompe y se destruye. El odio no nos hará más grandes, el amor al menos, nos hará más humanos. Comienza una nueva época, se escribe un capítulo nuevo en la historia –esa que siempre ha sido dictada por hombres–. La revolución empieza hoy, es un hecho. No estamos asustadas, no estamos solas. Jamás fuimos tantas, no pensamos retroceder, no vamos a ceder ni un sólo milímetro. Somos mujeres luchando de la mano de otras mujeres por la liberación, para romper las cadenas patriarcales que nos oprimen. El futuro tiene nuestro nombre y nunca estuvo tan cerca. Temblad, esto no para.