España no es una democracia. Es una dictadura disfrazada de un sistema representativo, como el resto de los estados modernos. Llamarla así es una mentira en la que hemos decidido creer todos, o en la que nos han enseñado a creer ciegamente.

Pero qué podemos esperar de un país donde los partidos políticos defienden un Estado Republicano pero que sigue siendo monárquico, laico pero con capillas en universidades. Un país donde ciertos sectores pretendían acabar con la vida política, amenazando incluso con pena de cárcel, a Rita Maestre por quitarse la camiseta quedándose en sujetador, como símbolo de protesta de los lazos de la Iglesia con el Estado. Mientras que los políticos corruptos – si son juzgados – apenas pagan por sus delitos, con penas irrisorias y procedimientos judiciales más que dudosos. Un país que dice estar a favor de la igualdad y los derechos humanos, pero que no duda en tener una verja llena de cuchillas en las que a diario se mutilan personas. Un país que pide unidad cuando tan siquiera puede ser soberano de sí mismo, y hacer frente al sometimiento férreo de la Unión Europa. Un país con un Parlamento lleno de hombres, pero que no ve necesarias políticas más activas centradas en la igualdad real de la mujer. Nos hemos cansado de tanto nominalismo, en la teoría todo funciona, sobre el papel se pueden escribir muchas cosas que luego jamás resultan. Nada bueno puede salir de todo esto.

Nuestro país lleva desangrándose demasiado tiempo, lenta y dolorosamente. Después de una dictadura que mantuvo preso al país durante 40 años, aún seguimos pagando las consecuencias. La sombra del franquismo es muy alargada. Consecuencias que nunca acaban porque hay gente que directamente las niega. Nuestra sociedad se encuentra dividida entre arreglar el daño y pasar de largo, como si por arte de magia se pudiera olvidar el pasado – sin recordar lo peligroso que puede resultar esto –. Es enfermizo pensar que sin sanar nuestras heridas, que sin revisionar nuestro pasado y cerrar este nefasto capítulo de la historia, un proyecto de país puede pervivir en el tiempo. Sólo en España es posible tal desfachatez. País en el que no se condena al fascismo, donde hay personas que todavía salen a conmemorar la muerte de Franco y José Antonio Primo de Rivera cada 20 de Noviembre; nosotros impasibles ante los acontecimientos dejamos que esto suceda año tras año.

Símbolo democrático que representa los valores de nuestra nación

Por si alguien quiere ir a arrancar la cruz de cuajo, está en un lateral de la fachada de la Catedral de Cuenca. Aún sigue ahí a Noviembre de 2016.

La neutralidad es un invento de los cobardes

Un concepto del que se nutren muchos partidos políticos en la actualidad y que impregna el pensamiento de nuestras gentes, es la neutralidad política. Un engendro a medio camino de la nada, puesto que no existe. Ser neutral, como ser no-beligerante es participar de lo malo, quedarse impasible mientras se permite que otros hagan el mal ¿Cómo se puede percibir como algo positivo? Esto es España.

Llevamos dormidos mucho tiempo, tanto que ni recordamos si alguna vez estuvimos despiertos. Y sin estar despiertos, no se puede soñar con grandes planes con los que cambiar el futuro, con los que comenzar las bases de algo nuevo y esperanzador. Seguimos nuestra vida por inercia, sin plantearnos si todo aquello que nos rodea, inconscientes, sin opinión propia, ni critica alguna. Dejamos que un determinado grupo de personas pueda jugar a ser Dios con nuestras vidas, como si no importasen lo más mínimo. Somos tratados como súbditos en vez de ciudadanos de pleno derecho. La cosa no ha cambiado tanto como nos quieren hacer ver, y está por degenerar aún más.

El franquismo sociológico de nuestro país está arraigado profundamente. Es muy difícil de eliminar esta ideología, puesto que han pasado más de 40 años de la muerte del dictador. Aún se sigue con el buenísimo político que caracterizó la transición del régimen a la democracia de cristal que tenemos ahora. Franco murió hace mucho tiempo, pero su memoria sigue todavía muy viva. Está presente en todos los niveles de la sociedad. Para muestra un botón: muchos de los miembros del PP – el actual partido político en el poder –  mantienen una estrecha relación con el Opus Dei y a su vez sirve como herramienta de presión para llevar a cabo políticas todavía más conservadoras.

Señores mayores que defienden la figura de Franco argumentando que les dio pan trabajo y casa. No se equivoquen: el régimen franquista solo trajo pobreza, miseria y tristeza a toda una generación – la generación silenciosa –. Todo lo que ellos tuvieron que callar tendría que ser todo lo que deberíamos de estar diciendo hoy, gritándolo a viva voz; pero también callamos. Callamos porque nos han enseñado a hacerlo, callamos porque no sabemos qué otra cosa hacer. Y si hablamos nos tachan del enemigo a batir, del mal que arrasa de nación, porque planteamos dudas a este modelo caduco y rancio de país. Se nos enseña que somos libres, pero luego somos castigados por querer usar nuestra libertad. La doble moral imperante debería ser nuestro nuevo rey y no Felipe VI; al menos representaría certeramente el espíritu del pueblo español.

Franco murió por telepatía
Franco murió por telepatía

Me gustaría consolarme sabiendo que a Franco lo matamos entre todos, que echamos el régimen abajo y que acabó por triunfar el espíritu del pueblo y la democracia; pero no fue así. Franco se murió con los pies calientes, tranquilo y en la cama. Esto dice mucho de nosotros. Dice mucho de un país que jamás pudo vertebrar una oposición digna de levantar otro modelo de Estado, un proyecto en el que contásemos todos. El único foco de luz del que todavía nos hacemos eco fue la II República, enorme en muchos sentidos. Un período que marcó un antes y un después en la historia de este país, que nos enseñó que otro mundo es posible, basta sólo con soñarlo. Mucho ha llovido desde entonces y aún seguimos añorando esos tiempos pasados, tiempos que podemos revivir y mejorar si nos lo proponemos. Pero para eso hay que dejar atrás la cobardía, hay que sacudir del esqueleto del Estado al nacionalcatolicismo que lo impregna todo, a la corrupción anclada en el sistema, desde que existe el sistema.

Hay que hablar con propiedad y decirlo claro, no tener miedo por la crudeza de las palabras. Franco fue un dictador, y como tal, escribió un pasaje horrible de nuestra historia reciente. Todo el progreso que experimentamos fue a pesar de él, no gracias a él. Pudimos haber hecho mucho, pero nos conformamos con menos, puesto que vivimos apartados de Europa mucho tiempo, justo cuando el continente tuvo un crecimiento revolucionario – los años dorados del capitalismo – nosotros nos quedamos al margen de eso, como siempre ¿Patrón repetitivo? Pero la represión que sufrimos fue enteramente debida a él, y a su estrecha visión del mundo. Cuando el Bando Nacional ganó algo se apagó en el mundo – al llamarle Nacional ya estamos incurriendo en el triunfo simbólico del franquismo que perdura hasta nuestros días –. Seguimos viendo como el enemigo al Bando Republicano – que defendía la Constitución y el régimen democrático – y viendo con una gran distorsión todo lo que vino luego del alzamiento. Se suele decir que la historia la escriben los que ganan, nada más lejos de la realidad. Incluso hoy en día nos da miedo mojarnos, nos da miedo criminalizar a un sistema criminal, a querer enterrar dignamente a los caídos en una guerra cainita de la que nada bueno se sacó. Nos da miedo decir que en la guerra no todos perdieron por igual, que unos fueron arrasados sin piedad y otros se impusieron por su santa voluntad. La voluntad de tener un ego monstruoso, de creerse por encima del Parlamento que nos representaba a todos –menos a ellos – que decidieron alzarse en contra de esa igualdad y democracia que tanto daño les causaba. Nos da pudor decir que ellos fueron los malos, porque nos han enseñado que los enemigos del país fueron los otros. Nunca superamos el tardofranquismo, camuflado bajo régimen constitucional pervive en nuestros días. Ya está bien de seguir teniendo muertos enterrados en cunetas. Su memoria puede no dignificarse, pero tenemos que seguir pagando entre todos los costos del monstruoso panteón del Valle de los Caídos, para que cuatro locos franquistas vayan a rendirles homenaje a José Antonio y Francisco Franco cada vez que se les antoje. Eso no es justo, es más, crea un sentimiento de repulsión hacia un sistema que se autodenomina democrático pero que no ejecuta la voluntad de su pueblo, sino que mira por los intereses de unos pocos. Los intereses de una clase dirigente que lleva eternamente en el poder.

La mujer ideal del franquismo: ciega, sorda y muda

Ponte sus zapatos y sal corriendo
Ponte sus zapatos y sal corriendo

La época que les tocó sufrir a nuestros abuelos y a nuestros padres estuvo cimentada en los valores de una sociedad patriarcal, con la idea de un superhombre copiada del mismo ideal nazi. La mujer por el contrario, siempre tratada como lo otro, estaba denigrada totalmente. Aunque hombres y mujeres sufrieron la represión del régimen, a ellas les tocó la peor parte. Pasaron de una época donde se les trató como a iguales y pudieron participar en la vida política del país, votando y con el derecho a alzar la voz igual que los hombres – durante una breve pero intensa II República – a ser depreciadas y marginadas por completo.

Las mujeres pasaron a ser una mera herramienta para la dominación de la sociedad y para sentar los cimientos de la ideología franquista, basadas en la importancia de la familia y la tradición. La mujer era sólo un útero. Su principal función era ser una esposa devota, mejor ama de casa y proporcionar una prole a la que seguir adoctrinando para sostener el engaño y alineamiento que suponía el Régimen. Despojadas de cualquier posesión, pasaban de ser propiedad de sus padres a ser propiedad de sus maridos. No disponían de ningún control sobre su cuerpo, sobre sus vidas. Durante los años más oscuros después de la Guerra Civil, que se extendieron hasta los 60, no podían trabajar estando casadas. El abanico de trabajos posibles que podían desempeñar también era muy limitado, como su papel en la sociedad. Prácticamente no existían, no eran personas. El franquismo pasó a tratar a la mujer como una niña; sin voluntad ni elección, diciendo que era lo mejor para ella. Mejor dicho, decidiendo lo que les convenía mejor hacer con ellas. Fuera del matrimonio no existía vida posible, sin marido e hijos no valía nada, era considerada un ser abyecto.

Sigo sin entender como hay gente que puede justificar todas estas atrocidades y seguir con su existencia como si nada hubiera ocurrido. Argumentar que con el franquismo las mujeres tenían ciertos derechos debería poder ser motivo de denuncia. La mujer fue desposeída de su vida y excluida de la sociedad, como también los miembros del colectivo LGBT el cual deshumanizaron y persiguieron atrozmente sin razón alguna. O quizá la única razón era la de esconder y reprimir su propia homosexualidad. Lo peor es que nunca pagarán por ello; incluso hoy en día el eje del mal sigue siendo heteropatriarcal. No todo vale, no tenemos porqué escuchar como gente defiende lo indefendible, ellos pueden decidir vivir engañados, pero nosotros no tenemos que consentir oír sus mentiras.

Cuando hoy en día nos tachan de locas cuando exigimos igualdad de derechos y oportunidades, tendríamos que recordar que hasta hace no mucho todo eso era imposible, y que justamente por eso hay que defender tales logros. La marginalidad a la que se nos ha sometido por el simple hecho de ser mujeres durante prácticamente todo el siglo XX debería de despertar automáticamente consciencia en todo aquel que no la tiene. Porque solo ansiamos ser iguales, porque nunca lo hemos sido y tenemos mucha prisa por serlo. Por todas nuestras hermanas despreciadas, olvidadas y maltrechas que les tocó vivir un tiempo gris y funesto. Porque el patriarcado actual no se entiende sin saber cómo se atrasó a conciencia una sociedad progresista y como se forzó una marcha atrás que nos ancló en un pasado que nunca existió. Las mujeres tuvimos que sufrir por doble la represión: la represión de la dictadura y la represión de esos maridos que enfadados y frustrados por una vida que tampoco habían decidido vivir, lo pagaban con sus mujeres. Cabe recordar que siempre hay algún hombre bueno, y muchas mujeres más.

El futuro empieza ahora

A por la tercera
A por la tercera

El sufrimiento de todo un pueblo no tiene que haber sido en vano, simplemente no puede ser así. Tenemos que recordar a todos y cada uno de los caídos, como también a todos los españoles y españolas que vivieron durante la dictadura. Su memoria nos honra, su silencio nos empuja a hablar más alto. Por eso no podemos permanecer impasibles cuando un político – o partido político – justifique el mantenimiento de símbolos que solo incitan al odio, que sólo recuerdan la represión y que fomentan el enaltecimiento de nuestros particulares villanos. No podemos consentir la benevolencia existente con un dictador y genocida que nos llevó y nos sigue llevando por el camino de la amargura. Debemos de sacudirnos el miedo y dejar de lado la neutralidad para hacer uso de nuestra libertad y buscar un mundo más justo e igual. Por todos aquellos que tuvieron que callar cuando debían haber hablado, por todas aquellas mujeres que su único pecado fue ser mujeres, por todos aquellos hombres caídos en una guerra que no era la suya, por todos aquellos y aquellas que soñaron con el despertar de una nueva República ,y que todavía lo siguen haciendo. Vuestro dolor alimenta nuestra rabia, nos motiva, nos empodera. Por todos vosotros compañerxs.

Hay que seguir a pie de guerra. Tras las manifestaciones de estos días por el 20 de noviembre, conmemorando la muerte de Franco y José Antonio, sabemos que nos queda mucho camino por recorrer, nada que celebrar y mucho que recordar.

Ahora que el fascismo se está convirtiendo de nuevo en una amenaza, nuestro problema es mucho mayor, también lo es nuestra desesperación ¿Qué hacer? ¿Cómo evitar que se repita la historia cuando sabemos que muchos la desconocen? Aún hay tiempo, el futuro se escribe en presente, es tiempo de tomar grandes decisiones que nos afecten a todos y den un poco de luz a tanta decadencia moral, política y social. La gente pide a gritos un giro en el devenir del país ¿Es nuestro momento? Quiero pensar que así es. Si asumimos que aún queda esperanza, habrá esperanza. Hay futuro.

Imposible pasar página si todavía no se han ido.

Franco, José Antonio no os olvidamos. Espero que nunca descanséis en paz.