¿Por qué los señores mayores están desestabilizando el mundo?

Tienen miedo y saben que su tiempo se acaba. Así lo han demostrado los recientes resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, un voto protesta y romántico, escogiendo a un candidato que apelaba a tiempos pasados, a ideales nacionalistas y arraigo identitario.  En los últimos tiempos se puede apreciar una clara tendencia, similar en todos los países occidentales: el auge de los partidos de derecha. Tienen un perfil de votante muy marcado, hombre a partir de mediana edad que no pertenece a ninguna minoría: ni racial, ni sexual.

El mundo ha cambiado y se niegan a verlo. Pertenecen a la clase media, han perdido la perspectiva, la visión de conjunto. Anhelan una época que jamás volverá, fantasean con una sociedad ideal donde ellos habían sido siempre los protagonistas. Pero todo esto ha mutado radicalmente. En este mundo vivimos todos y contamos todos. O al menos se lucha para que así sea. La supremacía del hombre blanco ha entrado en crisis, está en decadencia. Su poderío se ve cuestionado desde múltiples niveles. Nos encontramos con grupos ecologistas exigiendo un mejor cuidado del planeta, movimientos feministas que reclaman la liberación e igualdad de la mujer, luchas raciales a favor de la dignificación y respeto por sus culturas, e incluso por el respeto a su vida; los reclamos por parte del colectivo LGBTQ por la normalización sexual y la extensión de los derechos civiles a todas las personas que formen parte de este. Por otra parte tenemos a una nueva generación de personas – los Millennials y la Generación Z – nacidas y educadas en conceptos democráticos y en valores supranacionales, que directamente rechazan este tipo de ideología rancia, anticuada y etnocentrista. Mantienen una visión más global, justa y de hermanamiento entre las diferentes naciones, culturas y minorías. Y es aquí donde las fuerzas antagonistas entran en disputa.

Fuente: Gráfico extraído de BBC
Fuente: Gráfico extraído de BBC
Fuente: Gráfico extraído de BBC
Fuente: Gráfico extraído de BBC

El fin de la supremacía blanca.

Estos señores conforman la Generación del Baby Boom, una de las mayores de la historia en cuanto a nacimientos se refiere. Se ven cuestionados por su papel de hombre alfa, importante y necesario en todos los aspectos de la sociedad. Pero en estos tiempos las mujeres han tomado parte activa de la sociedad, trabajando, haciendo política, reclamando su papel coprotagonista. Sucede lo mismo con las distintas formas de opresión blanca hacia la diversidad de etnias. La ampliación del papel de ciudadano válido y totalmente real se ha extendido a todos los tipos de persona. Nuestros actuales estados se encuentran con la gran problemática de una pirámide poblacional invertida – más gente anciana que joven – alterando el curso natural de los ciclos políticos. Sabemos que  cuanto mayor sea la cantidad de población envejecida, más conservadora será la sociedad y se frenarán los cambios que se tuviesen que llevar a cabo. Hoy en día vivimos tiempos de revoluciones. No se pueden parar los avances. Y sentimos que chocamos contra un muro una y otra vez. Tensión más que evidente. Es lógico, sano y democrático una pulsión entre la tradición y la revolución, pero no una brutal imposición de las tradiciones que se intentan inculcar como verdades absolutas. Cada uno tiene que vivir con la cantidad de verdad que pueda soportar, pero no obligar al resto a comulgar con valores ya superados.

Nos encontramos en tiempos bicéfalos y esquizofrénicos; lo uno y lo otro coexisten pero no pueden desarrollarse, donde la creación de uno supone la destrucción del otro. Y sin ese otro no podemos definirnos, reafirmarnos. Necesitamos un movimiento conservador por cada movimiento progresista, pero no uno que desequilibre la balanza hasta anular al contrario.  No existe voz, no existe voto para ese otro que lucha por ser escuchado, para ese nuevo paradigma cultural, esa alternativa política que está en contra del rechazo a lo nuevo, que no tiene miedo por lo desconocido, puesto que ansía aventuras, nuevos tiempos, que pide cambio. El progreso es imparable, pero para fomentarlo hay que defender los derechos y las libertades que lo han hecho posible. Nos encontramos en un momento crítico de nuestros países, donde hay fuerzas que luchan para borrar de un plumazo todo lo conseguido. Hasta acabar con la democracia. Porque ser elegido democráticamente haciendo campaña en contra de los ideales democráticos es tiránico. Dentro de este sistema se tiene que respetar tal hipocresía, es decir, se puede votar un régimen totalitario desde las urnas.

Estos señores rechazan la vida moderna, las sociedades líquidas posestructuralistas y la globalización.

Trump no es un pobre diablo, es un multimillonario fascista que planea arrastrarnos a todos a un pozo de lodo del que va a ser muy difícil salir. Homófobo, machista y racista, lo tiene todo. Aun así hay gente que lo ha votado; ha gustado tanto que ha ganado unas elecciones, hasta llegar a ser presidente de los Estado Unidos, una de las naciones con mayor influencia en el mundo. Su ascenso al poder simboliza el triunfo de la ignorancia, la decadencia de la democracia, de los valores de respeto mutuo entre los diferentes colectivos existentes. Es imposible respetar a alguien que no nos respeta, que ha faltado a la dignidad más esencial de las personas fuera del canon clásico heteronormativo de varón blanco occidental establecido. Todos los demás no contamos para él, no entramos dentro de sus planes. Una política que se olvida del ciudadano, que lo denigra y lo maltrata, buscando favorecer y complacer a aquel que le ha dado su voto. Eso no es democracia, ni mucho menos ser un buen gobernante. Pero no se quedan muy atrás el resto de dirigentes europeos.

Estos movimientos conservadores reaccionarios no son capaces de cumplir sus expectativas, puesto que tales planteamientos están superados y es casi imposible satisfacer tales deseos. El votante más pobre y marginal se siente excluido de medidas que van dirigidas para el ciudadano medio, ese hombre blanco con afán protagonista, de clase media trabajadora de primer mundo que lucha por subsistir, que ha votado en función de su miedo a perder privilegios, sean cuales sean. Pero ante un panorama de desigualdades crecientes, en un mundo postcrisis financiera que aún no ha recuperado el aliento, que salta de burbuja en burbuja sin saber hacia dónde se dirige, las medidas que plantean estas alternativas ultraderechistas no guardan ningún sentido. Sus planteamientos se basan en las revoluciones conservadoras de los años 80 – Reagan, Thatcher – pero a la vez comulgan con parte del pensamiento antisistema moderno. Porque quieren serlo todo sin llegar a ser nada. Si buscasen solucionar los problemas reales de la gente, no apelarían a viejos idearios sin sentido. El nuevo populismo se llama a sí mismo “antipopulista” y señala al resto de lo que ellos adolecen.

También existen ejemplos a este lado del océano, en la vieja Europa, marchita y hastiada que también se debate ferozmente entre lo viejo y lo nuevo. El mismo perfil de votante, señor mayor con mucho apego a la estabilidad y con pocas, o ningunas ganas de novedad.

En España tenemos a la derecha corrupta que lleva más de cuatro años en el poder, usando las instituciones públicas para su lucro y bloqueando cualquier ley progresista en el país. Tras estar un año paralizando la formación de cualquier gobierno alternativo no ha hecho más que ganar otras elecciones. Podríamos decir que en este caso, la derecha más conservadora está integrada dentro del PP, y por ello no existe ninguna fuerza más radical que gane adeptos. Ya que el radicalismo conservador ya se encuentra dentro del partido más votado.

Fuente: Gráfico extraído de El País
Fuente: Gráfico extraído de El País

En el caso de Francia, el partido de Marine Le Pen no ha hecho más que crecer durante estos últimos años. La inmigración junto con los recientes atentados resulta un serio problema en la sociedad francesa. El Frente Nacional ha sabido rentabilizar muy bien ese odio a lo diferente, ha canalizado toda la rabia por un sistema ineficaz el cual no plantea alternativas ni a la Unión Europea, ni a sus políticas de austeridad, cada vez más fracasadas.

Fuente: Gráfico extraído de Infobae
Fuente: Gráfico extraído de Infobae

Observando los resultados de la reciente votación sobre la pertenencia a la UE, Brexit, en el Reino Unido podemos ver como había una gran diferencia entre los que escogieron permanecer en la Unión – gente joven– de los que preferían irse – mayores de 65 –. También tenemos una Italia Berlusconizada, muy conservadora. En Grecia nos encontramos con un creciente peso del partido ultraderechista, filonazi, Amanecer Dorado. La creciente dualidad de la política europea llega a hacer inviable el buen funcionamiento de los parlamentos por el gran antagonismo y radicalismo de algunos de los partidos existentes. Pero no son los únicos: tenemos a Hungría donde la ultraderecha ya gobierna, o en Holanda donde ha crecido mucho el apego a esta ideología.

Fuente: Gráfico extraído de Infobae
Fuente: Gráfico extraído de Infobae

Estos movimientos han capitalizado la furia contra el establishment. Sus políticas se declaran en contra de los pobres y marginados. Quienes les apoyan, son señores mayores, están frustrados y no les importa imponernos su visión del mundo; en realidad siempre lo han hecho. Esto es otra pataleta más, están asustados con la que se les viene encima. Pero no pueden frenar el avance, el mundo ha evolucionado aunque no quieran formar parte del cambio. Creen que por devolver el pasado y tragárnoslo otra vez va a suceder algo nuevo. Traer de vuelta las viejas políticas, aplicar las mismas soluciones antiguas no va a traer resultados diferentes. Solo va a hacernos perder mucho tiempo y a odiarnos más si cabe.

Soy joven, déjame ser idealista.

Por delante queda un futuro esperanzador, el mundo acabará perteneciendo a la generación más concienciada y preparada de la historia. Internet nos une, nos conecta de una forma impensable tan siquiera hace 20 años. Da voz incluso a quien no tiene, amplifica la fuerza de las minorías y nos otorga el lugar que merecemos. Es una plataforma global, es una nueva forma de vertebrar a la sociedad a escala mundial, libre de fronteras y de prejuicios. Al mismo tiempo la gente hoy en día no se contenta con definirse en base a ciertos ideales, sino que predica con el ejemplo. Más honestos, sin tanta hipocresía. Un simple ejemplo: no buscan el respeto a los animales, sino que elevan la condición de estos. No comen carne por convicción, son veganos. Se permiten el lujo de vivir con ideales y estar a la altura de estos. El mundo será de aquellos que quieran trabajar por un futuro mejor, lejos de la polarización a corto plazo que nos ha tocado sufrir. Estos últimos días se han podido ver manifestaciones en Estados Unidos en contra de Donald Trump, por parte de jóvenes que no se sienten representados con un presidente que les margina. Hay infinidad de grupos y protestas alrededor del globo en contra de todos los movimientos que amenazan con un futuro desesperanzador y cainita de la humanidad.

Mientras la clase privilegiada siga sin reconocer la perdida de sus privilegios, nosotros seguiremos luchando. Porque no solo debemos intentar cambiar las cosas, tenemos que conseguirlo. Hay que salir a la calle, hay que quejarse, hay que hacer ruido. Porque el futuro es radical, feminista, queer, antiespecista, transnacional, ecológico y multirracial.

Somos infinitos. Esto tan sólo ha comenzado.