Carta a Félix de Azúa desde la clandestinidad y la represión catalana

El preu de la llibertat

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Acaba de anochecer en la calle del Valle de Ordesa, Nou Barris. Por fin se relaja el ambiente represivo en uno de los últimos reductos de Cataluña cuyo grupo reducido de castellanoparlantes vivimos refugiados en varios sótanos con miedo a ser descubiertos. Me dirijo a usted, Don Félix de Azúa, usando la lengua del Manco de Lepanto, para darle las gracias en nombre de España y su grandeza. Es usted un caballero de la lengua cervantina, valiente, libérrimo, nos representa a todos, porque usted ha vivido en Cataluña y sabe de primera mano el Averno en el que se ha convertido la querida tierra de Salvador Dalí.

Cada mañana, toque de queda, ya lo sabe bien usted, carros blindados por Vía Julia acechan e impetran toda libertad existente al son de Lluís Llach en megafonía. En cada portal hay un paramilitar de la Assemblea Nacional Catalana preguntando sin esperar respuesta alguna “què hi posa al seu DNI?” y acto seguido carcajada a la catalana, con “hahaha”, así como lo lee, con haches, una desfachatez. Una vez sale uno del portal, la odisea hacia el trabajo se convierte en un infierno a diario, los que tenemos apellidos de origen castellano estamos obligados a caminar por el barro y saludar a las milicias de l’Esbart Dansaire de Cornellà de Llobregat, grupo armado que ha tomado las calles y actúan con total impunidad bailando la Estaca, ya lo ve, arengas revolucionarias dignas del mismísimo Mefistófeles.

Como conocedor de ello, bien sabe por sus vivencias personales, que hablar en la gloriosa lengua de Antonio de Nebrija fuera del ámbito privado es pecado capital y objeto de enjuiciamiento penal en la Cataluña actual, sin mencionar ya que han ilegalizado al mejor equipo de la historia del fútbol mundial, sí, el Espanyol, ya se lo temía, ¿verdad? Esta es la Cataluña comandada por el caudillo Lluís Llach, la Cataluña que ha puesto en busca y captura a Raúl Tamudo por hablar castellano en rueda de prensa. Cada dos horas en la oficina tenemos que salir al patio interior a cantar “La Puntaire” entre las miradas amenazadoras de los Trabucaires de Cardedeu, unidad especial de infantería encargada de supervisar el ámbito laboral, toda la liturgia ante un retrato de Arturo Mas, deleznable.

La hora del almuerzo en Cataluña es un sinfín de represión, la Generalidad ha desplegado por todo el territorio a la Colla Jove de Castellers de Sitges que vigilan desde las alturas que no untemos tomate de bote o pongamos rodajas en los bocadillos, en la nueva Constitución del revolucionario Santiago Vidal se contempla el Garrote Vil al que usare de forma premeditada mal el pantumaca, de esto no habla TV3 y los medios, lo esconden. Al salir del trabajo los paramilitares de la Assemblea Nacional Catalana vuelven a preguntarme por mi documento nacional de identidad mofándose por la ausencia de tinte español en él. Uno nunca sabe si volverá a casa salvaguardado para abrazar a su familia, quizás, por última vez, o si volverá dentro de una caja de fresno acolchada y un óbolo preparado para saludar a Caronte en el último viaje, casi prefiero viajar al infierno que nos describe Aristófanes a vivir un día más en esta Cataluña que rebosa odio hacia lo español las 24h, créame.

Desde la clandestinidad, que sepa mi gran amigo don Félix, que le admiramos, seguimos resistiendo, ningún brazo filofascista torcerá nuestros sueños que no son otros que la libertad, esa que trajo con la democracia Juan Carlos de Borbón para poder tomarnos una buena copa de Soberano, mientras al olor de un buen Cohiba charlamos sobre la última corrida del matador del millón de dólares, el de las 11 orejas en Nimes, el gran José Tomás, héroes que hacen grande a esta España, no Pilar Rahola. Partidos como Ciudadanos se desgastan tanto luchando por nuestra libertad que se quedan sin tiempo ni fuerzas para condenar otra dictadura como fue el Franquismo. Al final se exilió usted, se exilió Albert Rivera y tras vosotros miles de españoles de bien que estamos esperando nuestro momento, como Josef Ajram.

Con estas líneas me despido entre sollozos y tristeza, con lágrimas en los ojos, porque quién sabe, para los catalanoparlantes el Sol sale cada día, para nosotros, nunca lo sabremos. Le desea prosperidad, salud y suerte con los catalanes, su gran amigo, Berlustinho.

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