La Constante

El preu de la llibertat

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Hace ya algún tiempo, recuerdo que discutía con mis amigos sobre si el dinero da la felicidad. Tras escuchar opiniones y reflexionar sobre ellas, llegué a la conclusión de que el dinero igual no daba la felicidad, pero sí estabilidad, tranquilidad. El hecho es que hay ricos profundamente infelices, claro, pero parece aceptado que si no tienes que preocuparte de levantarte para trabajar todas las mañanas o de dar de comer a tu familia, es más probable que bajo un techo y una estabilidad económica, puedas alcanzar la felicidad. Así lo considera la pirámide de Maslow, gráfica excelente por su simpleza, que muestra como la cuestión de la seguridad familiar y de empleo, son de las cosas más necesarias y apreciadas por la conducta humana. Y es que los humanos somos como somos, simples, primarios. ¿O no?

El 28 de febrero de 2008 se estrenó el capítulo 4×05 de Perdidos (Lost, para los que sepan inglés). Hay dos cuestiones en las que el 100% de los fans de la serie estarán de acuerdo conmigo. La primera es que los guionistas consumían una cantidad indecente de estupefacientes. Y la segunda, que La Constante, es uno de los mejores de la serie y de la historia de la televisión. En él, la mente de Desmond Hume (Henry Ian Cusick) queda atrapada entre 1996 y 2004 debido a alta exposición radiactiva, viviendo así entre dos realidades.

Para parar esta confusa situación, el científico Daniel Faraday (Jeremy Davies) le comenta que: “una ecuación matemática necesita estabilidad, algo conocido. Se llama constante. Desmond, tú no tienes una constante. Al viajar al futuro, nada te es familiar. Si quieres acabar con esto, necesitas encontrar algo allí, en el futuro. Algo que realmente te importe y también exista aquí, en 1996.”

En ese momento, el bueno de Desmond intenta conseguir el número de Penny, su novia en 1996, y al producirse la emocionante llamada de teléfono que deberíamos ver todos (está en YouTube) su mente vuelve al presente, a la realidad. Penny era su constante. Y es que como decía el propio Henry Ian Cusick, el amor es la fuera motriz de Perdidos, no las rarezas de la isla ni las personas que lo habitaban. Sino el amor.

Los viajes en el tiempo y la ciencia ficción nos suenan extraños, como lejanos. Pero de historias como Perdidos, Rick y Morty o la película Origen (donde se meten en los sueños y la constante es un objeto) podemos sacar aplicaciones y explicaciones para nuestra propia vida. Llegados a este punto, recomiendo encarecidamente escuchar (que no es lo mismo que oír) La Constante, de Enrique Bunbury. Una canción en la que afirma que, “si algo no sale bien, serás mi constante”. Si se pudiera poner una banda sonora a este “artículo”, posiblemente sería esta maravilla.

Todos necesitamos una constante. De hecho seguro que todos la tenemos. Cuando todo se desmorona, necesitamos agarrarnos a algo o alguien, una vía de escape. Un refugio al que acudir en la tormenta, donde nada te falle y estés seguro. La constante puede ser una madre, un padre, tu pareja, un buen amigo/a, incluso un trabajo… La cuestión es encontrar algo que nos de la seguridad que necesitamos para desarrollarnos, para progresar. Pero la estabilidad y la tranquilidad, son términos que suenan a serio. Al menos, son palabras no asociadas a los jóvenes, y cada vez más alejadas de la sociedad, una mucho más autónoma, alejada de los modelos de relaciones humanas tradicionales. Sin etiquetas.

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Vivimos en los tiempos del desorden ordenado, del sístole sin diástole, de la constante inconstante. Lo tenemos todo para ser felices, y sin embargo no lo somos. Igual hemos cambiado y las constantes y la estabilidad ya no nos sirven.

Hoy en día, los románticos somos supervivientes. Y siempre nos emocionaremos con la llamada de Desmond a Penny en aquel mítico capítulo de Perdidos. Con la idea de la constante, aunque esté obsoleta. Porque seguiremos creyendo que la fuerza motriz de la vida es el amor, y no el dinero.

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