¿Hacia donde camina el feminismo?

El preu de la llibertat

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La sentencia que se hizo pública el día 26 de abril sobre el denominado caso de la manada ha generado gran respuesta, tanto social como mediática. Ha habido multitud de análisis sobre este caso y ha invadido la agenda en medios de comunicación durante días, pero en este momento en que se ha calmado la respuesta mediática creo que es el momento de reflexionar sobre el significado y la potencialidad que tiene la respuesta social que ha salido de esa sentencia. El movimiento feminista ha sabido focalizar los discursos y la indignación que ha removido las conciencias y sensibilidades individuales dándole un significado colectivo, poniendo sobre la mesa la necesidad de defender la integridad y autonomía de los cuerpos y vivencias de las mujeres. Muchas activistas y profesionales de distintos campos ya anunciaban la importancia que tendría esta sentencia, y alentaban a que la respuesta fuera contundente. El feminismo ya se organizaba antes de conocer la sentencia exacta, y se daba un halo pesimista a su resolución.

La sentencia de la manada ante todo ha creado alerta social, ha expandido un miedo al que las mujeres nos enfrentamos a menudo en nuestras vidas cotidianas: el miedo a poder ser agredidas, a no ser creídas, a que nuestra palabra no tenga importancia. Esta denuncia tenía algunos elementos que se suelen argumentar faltantes a muchas otras denuncias para acusarlas de ser falsas – había vídeos, pruebas forenses, una denunciante con un testimonio que concordaba con las pruebas, mensajes de WhatsApp anteriores, denuncias similares a los acusados…- y sin embargo, siguió sin ser suficiente. De esta forma, quedó evidenciada la desprotección que sentimos las mujeres en el sistema judicial, y como resultado, la desconfianza que genera. Esto ha llevado a que el movimiento feminista llene las calles de Madrid, así como lo hizo con motivo del 8 de marzo.

Los retos ante la respuesta social

Ante la respuesta social masiva muchos colectivos y activistas feministas advierten que el carácter masivo podría ser contraproducente porque se desvirtúan los conceptos, es fácil  adscribirse como feminista en este contexto, condenando esta agresión, pero plantearse poco más allá y no condenar otras agresiones más sutiles. Este miedo también se planteó en el éxito que tuvo el 8M, en el cual se implicaron personajes públicos que han tenido actitudes que no se relacionan para nada con la lucha feminista. Aunque puede ser también una buena oportunidad, porque la hipocresía y las conductas poco éticas siempre están a tiempo de ser señalables, mientras que este altavoz es una oportunidad única para crear conciencia progresivamente en personas que se sentían alejadas del discurso feminista.

Es por esto que a parte de la denuncia pública de estas semanas a través de manifestaciones y artículos de opinión, el movimiento feminista se ha articulado con fuerza. Propuestas como el uso del hashgtag #cuéntalo en Twitter muestran como el feminismo, con su capacidad de trabajo en red puede cubrir los espacios que otras formas de trabajo político no pueden. Bajo ese hashtag, gran número de usuarias contaron sus experiencias propias (y algunas ajenas por las mujeres que no pueden contarlas) para visibilizar la experiencia vital que se tiene con la violencia sexual. En este espacio se tejieron relaciones de escucha, comprensión, aprendizaje, y sobre todo, de validación de los relatos. No sólo era una cuestión de creerse, era una cuestión de acompañarse  a través del dolor y de las emociones compartidas.

El caso de la manada ha creado un efecto #metoo en España, parecido al que se creó en EEUU con los relatos de varias actrices hacia un mismo hombre y que destapó una red de violencia sexual oculta en todo el mundo del espectáculo americano. En España, a raíz de las protestas se han comenzado a generar estas redes de testimonios que nos abren el paso a poder repensar la violencia sexual, la dualidad consentimiento/deseo, qué sexualidad inculcamos en nuestra sociedad, y también, cuál es el papel del sistema judicial en no quedarse atrás de los avances sociales que se hacen de la reinterpretación de la sexualidad.

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Como conclusión destacaría la idea de que se debe aprovechar el foco mediático y social que tiene el movimiento feminista. El siguiente reto es que el mensaje de la necesidad categórica de una sexualidad libre y segura para las mujeres cale, y poner el foco en qué instituciones como la justicia, tal como está, no se estructuran en los mismos conceptos que la sociedad en su conjunto necesita en este momento. Otro de nuestros mayores retos consiste en que el discurso neoliberal no fagocite esta lucha y la vacíe de contenido, sino que tengamos claro que la lucha contra la violencia sexual es una lucha por la vida y la libertad, y que sin ella el feminismo carece de sentido.

 

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