El mundo sigue. Redescubrimiento de un clásico

El preu de la llibertat

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El mundo sigue (F. Fernán-Gómez, 1963) es una de las películas más contestatarias y brillantes de la historia del cine español. Maldita y olvidada durante medio siglo, fue el empeño de Juan Estelrich hijo quien propició su restauración y reestreno en julio de 2015. Antes de eso, un páramo. Confinada al ostracismo por la censura y tras su efímero estreno en una sala de Bilbao en julio de 1965 donde duró una semana en cartel; su pervivencia en el imaginario se debe al boca a boca de cinéfilos que le granjearon una merecida fama acrecentada por la invisibilidad de la cinta. Hasta su estreno en salas en 2015 por su cincuenta aniversario, tan solo algunos afortunados habían podido ver en algún que otro pase televisivo este exabrupto disidente dentro de la dictadura como lo ha catalogado José Luis Castro de Paz. A día de hoy, la película de Fernando Fernán-Gómez sigue de enhorabuena con la publicación de un libro procedente de Alemania: El mundo sigue. Redescubrimiento de un clásico (Editorial Peter Lang, 2017).

Basada en la novela homónima de Juan Antonio Zunzunegui, la España miserable que pugnaba por dejar atrás la pobreza es diseccionada en esta película hecha desde las entrañas. En ella se escudriña como en pocas la sociedad de su momento y lo hace dentro del sino de una familia de la pequeña burguesía madrileña. Como hiciera Visconti en Roco y sus hermanos (1961), aquí las relaciones entre dos hermanas enfrontadas por las aspiraciones de ascenso social son las protagonistas. Hijas de un bajo funcionario que sobrevive con más pena que gloria en el madrileño barrio de Maravillas, la relación entre los personajes de Lina Canalejas y Gemma Cuervo es polarizada. En ellas se concentran las metáforas de las dos Españas, incluso de dos décadas que tanto cambiaron el devenir político y social de la época como son los subdesarrollados años cincuenta y los sesenta del incipiente capitalismo. Alrededor orbitan personajes desquiciados como el ludópata marido de Canalejas al que da vida el propio Fernán-Gómez en el personaje de Faustino. Perdedor mezquino y maltratador que terminará en la cárcel contando unos billetes que él mismo crea rompiendo hojas del Marca.

El mundo sigue; la familia
El mundo sigue; la familia

La obsesión por el dinero que atenaza a los personajes como les ocurría a los de la coetánea El verdugo (Luis G. Berlanga, 1963) pone de manifiesto aquello que en 1959 dijo el ministro de la Vivienda José Luis de Arrese: “Queremos una España de propietarios, no una España de proletarios”. Y así lo retrata con total crudeza la película generando un seguimiento opresivo sobre éstos que se debaten entre lo que son y lo que quieren ser. Mediante una cámara atosigadora, prolífica en zooms y un montaje violento que tiene su momento culmen en la secuencia de gran pregnancia cuando la hermana que ha conseguido triunfar económicamente mediante la prostitución vuelve al hogar materno tras haber reñido. Allí Fernán-Gómez junto con la montadora Rosa Salgado deslumbran intercalando, con tan solo el traqueteo de los apresurados pasos de la hija en la banda de sonido, instantes de infancia y adolescencia de la joven hasta fundirse en un abrazo con su madre. Punzantes flashbacks al comparar su infancia con el momento presente en esa sociedad apesadumbrada. De hecho, los momentos de felicidad en El mundo sigue son pasajeros, casi anecdóticos y siempre teñidos por el sarcasmo y cayendo en lo más patético de unos personajes desahuciados, tan desahuciados que Lina Canalejas terminará por arrojarse por la ventana incapaz de soportar tal presión social.

Siguiendo con su merecida recuperación desde distintos ámbitos, los días 12 y 13 de diciembre se presentó en Madrid un libro monográfico para abrir el ciclo llamado Rodado en Madrid impulsado desde la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Editado por Ralf Jünkerjunger y Cristina Alonso-Villa, el libro aborda la película desde distintos prismas. En él podemos encontrar una entrevista a la protagonista del filme Gemma Cuervo realizada por José Luis Castro de Paz, un estudio de género que desentraña el poder de denuncia sobre el machismo imperante en la sociedad del momento de la mano de la editora o un análisis del estatus de personaje que contiene Madrid y sus barrios en el desarrollo de la trama por parte de Jean Paul Aubert. Además, la publicación ofrece partes del guión original usado durante el rodaje donde encontramos la palabra “nervioso” hasta veinticinco veces o la sucinta indicación hecha para el montaje de la escalera que se convertirá en una de los momentos más audaces de la historia de nuestro cine. Una merecida e interesante publicación a un film que como Cayetana Guillén Cuervo admitió trasladando las palabras de su madre hubiera cambiado su carrera de haberse estrenado con todas las de la ley y, probablemente, también la del cine de la época.

 

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