Este es un texto que ha ido madurando durante el transcurso de este año académico. Tras charlar sobre periodismo con Iñaki Gabilondo, con el director de CTXT Miguel Mora, tras mi experiencia como bloguero en esta revista y tras mi participación en una temporada de un programa de radio, he ido formándome una opinión sobre cuáles son las tendencias que en el mundo del periodismo están teniendo lugar y dibujando en mi mente un boceto del periodismo del futuro. Antaño, la consolidación de los periódicos se produjo de manera masiva. En este tipo de prensa, los periodistas emitían un mensaje unívoco, que llegaba a grandes multitudes. De ese periodismo de masas vertical y unidireccional avanzamos hacia un nuevo periodismo (que ha alcanzado su boom con la llegada de las redes sociales) bidireccional y horizontal, donde el lector exige participación activa, donde cualquiera puede convertirse en periodista (con las ventajas y riesgos que ello conlleva) y donde los media tradicionales deben adaptarse a este nuevo marco si no quieren ser devorados por los cientos de bebés media digitales, que crecen cada día más.
Para comenzar con estas disquisiciones (que, espero que, a diferencia de las del señor Mariano Rajoy sí conduzcan a parte alguna), me gustaría presentar unos cuantos datos: la caída brutal en sus ventas que vienen experimentando los medios generalistas desde hace años. Por primera vez en la Historia del estado español, según el informe que presentó la OJD al respecto de ventas y difusión de la prensa generalista con datos del pasado marzo, ningún periódico sobrepasa ya los cien mil ejemplares vendidos al mes. El País, último en bajar del umbral de los cien mil parece que se está dando mucha PRISA por tocar fondo. Como rezaba aquel título de un libro de Miguel Hernández, Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. Con columnas en que Javier Marías compara a partidos como Podemos con Falange de las JONS, y con editoriales contra todo político o candidato que pretenda un cambio en el sistema establecido se han ido ganando, día tras día, la desafección de las nuevas generaciones consumidoras de periódicos.
Si bien es cierto que en España impera un sistema de medios que siempre se ha erigido como el lugar de expresión por excelencia para la intelectualidad, y ha prevalecido como un medio usado por las élites económicas y políticas españolas, durante la Transición y tras la represión franquista, los cinco medios generalistas más importantes (El País, El Mundo, ABC, La Razón y La Vanguardia) lograron obtener importantes cifras de ventas y difusión. No obstante, la realidad parece indicar que sus años dorados llegaron ya a su fin. Volviendo al caso del que, en mi punto de vista, es el más paradigmático de todos, El País. En un texto publicado en sus páginas el otro día, leí estupefacto cómo se acusaba a los nuevos media del auge de los populismos de extrema derecha, de manera clara y directa, dejando entrever que esta etapa de cambios convulsos y victorias de movimientos reaccionarios se debía a que la gente ya no “leía bien”, y relacionándolo con Trump y las fake news (noticias falsas). Si bien es verdad que la posibilidad de que cualquiera publique nuevas informaciones es real y, además, constituye un riesgo importante, también es verdad que actualmente contamos con cientos de medios online, surfeando en los cuales podemos contrastar cualquier información, evitando de este modo que las fauces de grandes leones económicos saliven sobre la información y acaben convirtiéndola en desinformación.
La gran pregunta que muchos nos hacemos es cómo podrá sobrevivir el periodismo a este nuevo paradigma y cuáles serán sus principales fuentes de financiación. Muchos nuevos medios han comenzado a financiarse por crowdfunding (micromecenazgo), es decir, mediante donaciones (ya sean puntuales o periódicas) que realiza la gente al medio en cuestión, y por las sucripciones tradicionales (salga el rotativo en formato papel o no). Experiencias como la de Contexto y Acción, impulsado, eminentemente, por exmiembros de la plantilla de El País ante su disconformidad con las praxis que allí se estaban realizando o Radiocable, impulsada por el Premio Ondas Fernando Berlín, muestran que es posible sostener un medio de comunicación sin deberte a la banca ni a las grandes corporaciones, sin grandes limusinas, ni caviar, ni los mejores puros habanos pero, al fin y al cabo posible.
Iñaki Gabilondo me contó que ellos habían hecho todo lo posible por repensar su sociedad y su forma de comunicarse a través de los medios, y que ahora nos tocaba a nosotros hacer lo propio para repensar la nuestra, que seguía con mucha curiosidad estas nuevas formas de financiación y funcionamiento de la empresa periodística, pero, que ahora, la pelota estaba en nuestro tejado; ahora la pelota estaba en las redacciones de la Revista Mirall, de Contexto y Acción y en las de tantos otros medios que creen que otra sociedad y en otro modus operandi más independiente y lejos de las fauces del IBEX 35 es posible. Y es que, el problema no es la publicidad, sino que esta interfiera en el contenido; el problema no viene cuando empresarios del IBEX pueden adquirir medios de comunicación, sino que viene cuando no se pone ninguna barrera a esta compra y la libertad de prensa se cercena con la concentración de medios en grandes grupos comunicativos; el problema no es que haya políticos fuera de actividad parlamentaria en prensa, sino que estos decidan desde los consejos de administración como método sistemático para devolver favores; el problema no es que los medios tradicionales tuviesen un color político, sino que no ofreciesen suficientes puntos de vista para que el lector pudiese forjar su propia visión al respecto de los hechos; el problema no es que los medios tradicionales empleen otro lenguaje, sino que han dejado de ser la voz de las nuevas generaciones de lectores y la globalización y la mano invisible del libre mercado, con quienes antes tanto coqueteaban, los han aplastado cual apisonadora.
“Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”. Joseph Pulitzer (1847-1911).