La manifestación Casa nostra, casa vostra organizada a favor de los derechos humanos y del derecho de asilo ha sido una de las más multitudinarias de Europa –acudieron más de 160.000 personas según datos oficiales. Toda una lección de humanidad que Barcelona ha dado al gobierno español, a Europa y al mundo entero. En las pancartas se pudieron ver todo tipo de mensajes, dirigidos no sólo a los refugiados, sino a todos los sectores marginados de la sociedad. Este comportamiento también se dio en las marchas de la mujer vividas el pasado mes de enero, donde las proclamas estaban dedicadas al más pobre, a los derechos de la mujer, a favor de una educación digna, dirigidas a los afectados por la crisis y las hipotecas, y por un gobierno que niega al ciudadano.

En Cataluña coexisten múltiples y diversas realidades que en vez de separarnos nos hacen más fuertes, más complejos, más humanos. Los que viven sólo para el odio y la confrontación no tuvieron cabida en la manifestación del sábado 18 de febrero a favor del hermanamiento entre pueblos, alejándose de ese odio fratricida que confronta el ser y sentirse parte de Cataluña. Libertad y entendimiento ante todo. El respeto es algo que nunca puede faltar; a día de hoy es inexistente. Dudo que alguna vez lleguen a comprender que la incomodidad, el descontento y la desconexión de una mayoría de personas no sucede por generación espontánea; no nace del odio, pero sí de la represión y la desilusión de gente que ha sido olvidada y borrada durante años. El principal foco creador del independentismo no está en Barcelona, ni en Cataluña, reside en Madrid. Pero la manifestación no hablaba de levantar barreras, sino de echarlas abajo.

Dan igual las fronteras, los nombres de los países, mientras sigan existiendo seguiremos luchando para tirarlas abajo. Se necesita más amor en el mundo, no más odio, ni más división. Gracias a Cataluña y gracias al pueblo español que no se rinde, que no se traga esas viles mentiras de cierto sector de la clase dirigente, ruin, vil y anticatalanista – también coleccionan muchos otros prefijos anti –. La libertad está para usarla; debemos saber que no se gasta como una goma de borrar. La ciudadanía ha dado un ejemplo de solidaridad que pocas veces vemos en estos tiempos de miseria y decadencia moral que corren. Nos han hecho sentir y revivir la ilusión de aquel No a la guerra que movilizó a decenas de miles en 2003 en contra el conflicto de Irak. Vuestro odio nos hace más fuertes, nos une más.

A quién debemos castigar es al ladrón, no al extranjero

Esta casta parasitaria, que poco o nada tiene que ver con la verdadera política dedicada al pueblo y a mejorar sus condiciones, ha hecho todo lo posible por deshumanizar el mundo. Es la tónica general no sólo aquí sino en todas partes. El acto de desobediencia más grande que puede haber es estar con la libertad, a favor de la dignidad humana que han tratado de avasallar con medidas y leyes que van en contra del ser humano. Los gobiernos de toda Europa se dedican a inculcar un miedo y odio irracional por el de fuera. Nos hacen que percibamos como más peligroso a un inmigrante que escapa en patera de la pobreza de su pueblo en África, del refugiado que huye de la guerra en Siria, o en cualquier rincón maltrecho del mundo, que del empresario, del político que se ha lucrado y enriquecido a costa de todos. A quién debemos castigar es al ladrón, no al extranjero. Gente que huye con miedo y desesperación de territorios que se han convertido en las cárceles más grandes del mundo, que han movilizado a millones de personas y han hecho que abandonen sus hogares, guerras que han roto familias y corazones. Y algo también muy preciado en este sistema, situaciones de conflicto que han destrozado países y hundido economías; la estela de la destrucción no tiene fin. La situación sería remediable, o al menos no tan cruel si una vez llegados a Europa la pesadilla de estos refugiados acabase, pero es todo lo contrario. La Unión Europea vulnera la legislación internacional de los derechos humanos, y ha presionado a unos pocos países que la querían cumplir a no hacerlo. En vez de tender puentes, de ayudar por todos los medios que le son posibles para acoger a estas víctimas indefensas, está haciendo todo lo posible para que no pisen suelo europeo. En vez de impedir que se lancen al mar, se desentiende totalmente, dejándolos desamparados a su suerte en el Mediterráneo. No hacen falta muros en Europa como el que Tump quiere levantar y reforzar en la frontera de México para decir que no existen. El mar Mediterráneo sentencia cada día, cada hora a la muerte de personas cuyo único pecado es haber nacido pobres y en la orilla de enfrente. Esta es la Europa de la vergüenza. Una Unión Europea que juega a ser Roma, a lo Poncio Pilatos, lavándose las manos y dejando que Turquía actúe de redil y le haga el trabajo sucio que por ser el foco de las cámaras no puede realizar.

El mar de la vergüenza
El mar de la vergüenza

¿Dónde está la Europa de los derechos humanos?

Vivir bien, estar sano, seguro e intentar ser feliz es algo a lo que muy pocos tienen acceso. Y algo que de forma errónea damos por supuesto muchos. Esto es un doble apunte. El mundo real es lo que pasa fuera de nuestras fronteras, lejos de esta balsa de aceite que es Europa. Por otra parte no debemos olvidar que las libertades, que los derechos y nuestros Estados, medianamente “democráticos”, son un logro de la civilización, no algo generado por acumulación e insistencia histórica. Haber dado por sentado la libertad y la democracia, sólo nos ha llevado a un bucle de autodestrucción y desidia del que nos está costando mucho salir, y donde aún no se vislumbra la luz; pero no podemos perder la esperanza. Deberíamos abrazar a todo aquel que quiera ser nuestro vecino, que quiera convertirse en nuestro amigo, en un paisano más. Dar la espalda al necesitado, al que huye del horror dice mucho de lo que somos y de lo que nuestro mundo de protestas vacías, de proclamas estúpidas e ideales huecos se ha convertido – ¿o puede que fuese siempre así? –. Un refugiado podríamos ser tú o yo, huyendo del hambre, de la miseria, de la violencia extrema a la que ningún ser humano tiene que ser sometido, huyendo de regímenes reaccionarios que tanto hemos sufrido por estos lares también. Ciudadanos del mundo que son discriminados por el simple hecho de querer a alguien de su mismo sexo, o haber nacido en el cuerpo equivocado. Debemos recordar que aún siguen habiendo países del mundo donde ser homosexual, donde ser transexual está penado con la cárcel e incluso con la muerte. Occidente es culpable de esas muertes, en tanto que colabora con darles la espalda, con no ayudar al desgraciado, a la desgraciada que muere injustamente, que es asesinado por ideologías estúpidas que nada bueno traen al mundo. Pagaremos caras todas esas muertes, como también pagamos caro el horror nazi, que aún nos sigue avergonzando a todos –eso que ninguno participamos directamente en el exterminio de la población judía–. Como tampoco lo hacemos ahora con los refugiados sirios, pero sentimos que las faltas de Europa son nuestras también, somos cómplices al no actuar, al callar y seguir con nuestras vidas como si nada ¿Dónde está la Europa de los derechos humanos?

Es de suponer que la RAE tendrá que añadir otra acepción de la palabra tonta, una nueva definición de robar y que no te pillen con las manos en la masa

¿Pero qué actuación por parte de España podemos esperar cuando la ONU pide al Gobierno de Rajoy que persiga a los criminales franquistas que aún viven, elimine los símbolos de la dictadura de las calles y ayude a las familias a encontrar fosas comunes? ¿O cuándo la familia real española es corrupta,  está por encima de la ley que trata de igualar a todos los ciudadanos y que ellos se la pasan por el Arco del Triunfo? Con los reyes actuales que poco o nada pueden hacer, innecesarios y desacreditados por su antecesor Don Juan Carlos –que de Don tiene poco- teniendo más experiencia cazando en Botsuana que preocupándose por un pueblo al que unos pocos exprimen sin piedad. Oprimidos y explotados a partes iguales por esta gente que solo quiere vivir a costa del sufrimiento y la desgracia de muchos, incluso condenados por la justicia, tienen unas penas irrisorias. La última falta de respeto al pueblo español ha sido la condena de Urdangarín y la absolución de la infanta Cristina, básicamente por ser tonta. Es de suponer que la RAE tendrá que añadir otra acepción de la palabra tonta, una nueva definición de robar y que no te pillen con las manos en la masa. Y qué decir de Urdangarín, que incluso llegó a utilizar una ONG para niños discapacitados como tapadera para evadir dinero, condenado a solo 6 años y 3 meses de prisión, con una multa de 512.000 €. Qué barato les sale robarnos, aquí no se libra ni el apuntador. Cuando la ley la hace el político a su medida, cuando el juez aplica la ley como quiere y no como debe, cuando en este país no hay separación real de poderes, ni igualdad real ¿Cómo se va a existir una justicia independiente cuando depende de los poderes fácticos del Estado, cuando incluso hay jueces relacionados con el Opus Dei? Este país que sólo lo controlan “los hijos y nietos de”¿Qué podemos esperar? ¿Quién puede seguir confiando en este Gobierno, en este sistema? El PP se ha empeñado en convertir España en una secta, de la que muchos no queremos formar parte.

El muro de las lamentaciones
El verdadero muro de las lamentaciones

Europa, ese continente que se soñaba con un futuro sin fronteras, ahora se está llenando de vallas y barreras. También tenemos otra particular lucha con los inmigrantes que llegan a nuestras costas en patera. No queremos ni cárceles ni racismo, sólo el cierre de los CIEs, esas cárceles de internamiento de los inmigrantes. Estos centros se han extendido por toda Europa: Reino Unido, Italia, Francia, España… Porque siempre paga el que menos tiene, el pobre, el más desgraciado, en un mundo injusto, los humanos nos hemos empeñado en serlo aún más. Parece que hayamos olvidado el simple gesto de tender la mano, de ayudar cuando alguien pide ayuda.  Cuando tenemos un Ministro de Interior como Jorge Fernández Díaz que se jacta diciendo que “Hablar de derechos humanos es ofender el derecho español y la regulación de los CIEs es de las más garantistas de Europa” sabemos quiénes son parte del problema y que no pueden aportarnos soluciones.

No sólo los refugiados están siendo utilizados como arma política en Europa, la cual se empeña en no admitir, en maltratar y olvidar cada día. También son usados por las grandes multinacionales americanas en su campaña de desprestigio al gobierno de Trump. Recientemente para subirse a la ola de descontento popular y tratando de sacar una cuantiosa tajada, Starbucks anunció la contratación de 10.000 refugiados para sus cafeterías manifestándose en oposición las medidas anti-inmigratorias del gobierno de USA. En un mundo capitalista, el apoyo por parte de las empresas a los movimientos populares puede ser socialmente deseable, pero hasta cierto punto deja en evidencia como se deshumanizan y se mercantilizan todas las relaciones humanas. Porque a Starbucks no le habían importado los refugiados de la guerra de Siria hasta ahora, no cuando el gobierno de Obama los había olvidado por completo, o tampoco le importan las mujeres que en Arabia Saudí, Starbucks consiente con la legislación del país en no dejarlas entrar en sus establecimientos ¿Dónde está la defensa por los derechos humanos aquí? Sólo buscan sacar su tajada del pastel, nada más. La polarización de la sociedad cada día es más evidente, y la manipulación por medio de diferentes medios de información y de ciertos partidos políticos es más que real. Hay quienes están lanzando mensajes muy simples en tiempos verdaderamente complejos. Necesitamos un mundo con más ideas, con más valores y gente manifestándose, no con líderes mesiánicos que traten de salvarnos a todos. Porque la verdadera salvación reside en ser libre y romper por uno mismo las cadenas, no pasar a tener otras, más modernas y cómodas.

Ni cárceles ni racismo, queremos el cierre de los CIEs

La hipocresía no tiene fronteras, ni entiende de nacionalidades. Estamos viviendo el final de un tiempo, la caída de un sistema patriarcal que no atiende a razones, solo a golpes. El futuro se construye cada día, sabemos que el cambio se aproxima, porque la revolución será interseccional y transnacional. Tan sólo hay que seguir saliendo a la calle, haciéndonos escuchar, sin miedo a que nos callen, porque sólo podemos ganar. No queremos un sistema que le da la espalda al ser humano, donde prima el beneficio antes que la persona.

A todos aquellos que se han quedado sin hogar, sin patria, por culpa de estas guerras sin sentido que arrasan Oriente y el mundo entero, que sepáis que esta también es vuestra casa.

No es sólo que queramos acoger, es que debemos hacerlo.

Refugiados, siempre seréis bienvenidos.